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La Obra Máxima - Mayo 2020


LA CRISIS POR EL COVID-19 Fr. Jon Korta ocd

Es la noticia y es la máxima preocupación de todo el mundo. La crisis provocada por el COVID-19 ha sacudido al mundo entero y, lo más triste y duro, ha dejado miles de fallecidos y otros muchos enfermos que siguen luchando entre la vida y la muerte. Son días muy difíciles para todos nosotros. Seguramente nos hemos hecho muchas preguntas buscando el por qué de este sufrimiento. Los días más intensos o difíciles, al menos aquí, en España, los vivimos curiosamente dentro de la Semana Santa; en los días en los que celebramos la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, el sufrimiento o la inquietud interior de nuestro corazón recibió con alegría el canto del Aleluya. Todos necesitábamos cantar y proclamar el canto del Aleluya que nos recuerda, también ahora, que la muerte no tiene la última palabra y que Jesucristo cumple con su palabra cuando nos dice: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos» (Mt 28,20).

En este saludo mensual no voy a entrar a valorar la gestión que las autoridades civiles están llevando a cabo para superar esta pandemia. Ya habrá ocasión, más adelante, de analizar con objetividad y con verdad lo que nuestros mandatarios han hecho por cuidar y proteger la vida de sus ciudadanos, especialmente de los más vulnerables. Habrá ocasión de escuchar a los especialistas de las cuestiones científicas y sanitarias que se han producido a lo largo de estas largas semanas. Ahora es tiempo de acompañar a los enfermos en su sufrimiento y soledad. Es tiempo, a la vez, de acompañar, también, a las familias que han perdido a alguno de sus seres queridos y que no han podido darles una despedida digna. Es el tiempo de agradecer a todas las personas que están cuidando de los más vulnerables, como son nuestros ancianos y enfermos. Es el tiempo de agradecer a todos aquellos que están trabajando, día y noche, para que en nuestro confinamiento no falten los recursos más esenciales.

Pero mi máxima preocupación, en estos momentos en que escribo estas líneas, y siendo ésta una revista misionera, es la situación que están viviendo los países en vías de desarrollo. Algunos de ellos todavía no han comenzado a sufrir las graves consecuencias de esta pandemia. Desde Ecuador, sobre todo desde la ciudad de Guayaquil, nos están llegando imágenes impactantes ante la falta de recursos y la pobreza que azota a la gran mayoría del país.

Muchos de estos países pobres, especialmente del continente africano, no tienen los recursos necesarios para afrontar una crisis de este tipo. Si hasta ahora han tenido serias dificultades para adquirir alimentos y medicinas, nos podemos imaginar las graves consecuencias que producirá, en la mayoría de estas poblaciones que, en el mejor de los casos, pueden atender en sus centros sanitarios a una minoría de la población. La mayoría, es difícil decirlo, pero tenemos que ser fieles a la verdad, serán abandonados por las autoridades civiles. Muchos organismos internacionales están tardando en preparar las infraestructuras para atender a estas poblaciones.

La esperanza que nos queda son nuestros misioneros que, con nuestra ayuda, seguirán obrando milagros en medio de la desolación, acogiendo a los enfermos con las mismas palabras del Señor: «Soy yo. No temáis. (Jn 6,20).

Amigos todos de LOM: LA PAZ ESTÉ CON VOSOTROS.

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