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P. PEDRO ANACABE - BODAS DE DIAMANTE DE LA ORDENACIÓN SACERDOTAL

BODAS DE DIAMANTE DE LA ORDENACIÓN SACERDOTAL

P. PEDRO ANACABE

Marzo de 1959 Bilbao – Marzo de 2019 Bilbao

El 19 de marzo de 2019, fiesta de san José, ha celebrado el P. Pedro, en la iglesia del Carmelo de Bilbao, rebosante de fieles de la parroquia, el 60 aniversario de su Ordenación sacerdotal, que tuvo lugar el 14 de marzo de 1959 en esta misma iglesia del Carmelo de Begoña. Ese mismo día 14 de marzo de 1959 se ordenaron también con él otros tres carmelitas: los PP. Eusebio Echebarría, Jesús Ormaza y José Urrutibeascoa, que ya están en la casa del Padre. Aunque en distintas fechas, ese año 1959, fueron 12 los carmelitas de la provincia de San Joaquín que recibieron el ministerio presbiteral, de los que solo quedan en vida cuatro: Pedro Arbeloa, Florentino Sáinz, Pedro Anacabe y Juan Ignacio Ugarte.

En la fecha de su ordenación, 14 de marzo, celebramos la efemérides en la intimidad de la comunidad, con mucha alegría y fraternalmente. El P. Pedro en la misa de las 9 de la mañana, que habitualmente celebra, celebró ese mismo día 14, sin previo aviso y sorpresivamente para los fieles, el aniversario tan importante para él ante aproximadamente 60 personas que diariamente asisten a esa misa. El cronista se enteró por los aplausos que hubo en la capilla al final de la misa.

La fecha acordada y anunciada de la celebración para la feligresía ha sido la fiesta de san José, 19 de marzo y las 12 h. del medio día. Aunque con el inconveniente de ser una fiesta entresemana y con un tiempo lluvioso e invernal, la feligresía, llenando por completo la iglesia, quiso expresar su afecto y simpatía por el P. Pedro, que fue el primer sorprendido por la gran asistencia de la gente y expresó su agradecimiento en la homilía y al final de la misa.

A las 12 h. en punto, después de la introducción que hizo el P. Inchaurregui y entonó el canto de entrada, el P. Pedro y los concelebrantes accedieron procesionalmente al altar. Y comenzó la celebración de la santa Misa en honor del bendito san José, con las lecturas del día y con cantos en consonancia a la celebración de acción de gracias a Dios por el don del Sacerdocio del P. Pedro Anacabe.

El homenajeado en su homilía, después de hacer en la primera parte una semblanza entrañable del bendito san José, ha dicho en la segunda parte, con las palabras de santa Teresa de Jesús, “no me canso de dar gracias a Dios” por el don del sacerdocio ministerial y porque en tiempos de bonanza y de intemperie me ha ayudado para ejercerlo en la Iglesia hasta el día de hoy.

Pero, en lugar de citar párrafos de su homilía, lo mejor va ser la transcripción literal del texto, que dice así:

" Queridos hermanos:

Aunque en la Cuaresma nuestra mirada está fija en Jesús, que va subiendo a la Cruz, la fiesta de san José, que celebramos hoy, no nos va distraer en el camino cuaresmal. Al contrario, san José es modelo de lo que Dios nos pide en la Cuaresma y en cada momento de nuestra vida.

1.- De san José no nos queda en el evangelio ni una palabra suya, y dichas sobre él por otros hay muy pocas. Se dice que era justo y dócil al Señor. Fue el hombre en el que Dios confió para encomendarle la custodia de lo más santo y sagrado: Jesús y María. Y san José no defraudó a Dios.

-La sobriedad de los evangelios acerca de San José significa que fue un hombre del pueblo que, en la sencillez de su vida, supo realizar el servicio que Dios esperaba de él. De ahí resulta que la fiesta de san José sea para nosotros una celebración llena de contenido cristiano. Porque nos dice convincentemente que lo que importa no es tanto realizar grandes cosas, sino hacer bien el servicio que a cada uno nos toca por muy sencillo que parezca.

-La grandeza de san José está en la sencillez de su vida. No sabemos que hiciera nada extraordinario, a no ser que hacer bien las cosas de cada día sea lo más extraordinario que un hombre o una mujer puede hacer. Pero sí sabemos que José fue un eslabón fundamental en el cumplimiento del plan de Dios.

-Y esta realización de la voluntad salvadora de Dios continúa en la realidad de nuestra vida. Como san José, estamos llamados a hacer lo que Dios espera de nosotros. No se nos preguntará si hemos hecho cosas grandes, sino si hemos hecho bien lo que debemos hacer, sea grande o pequeño. Este es nuestro servicio, un servicio que nunca queda limitado a nosotros sino que siempre alimenta, edifica y empuja el camino de otros.

-Es curioso que la Iglesia haya querido dar a san José el título de Patrono de la Iglesia. Y me parece que lo ha hecho bien, porque el servicio que hemos de realizar en la Iglesia es, como fue el servicio de san José, hacer extraordinariamente bien los cosas sencillas de cada día. No hemos de poner el acento en que nuestro servicio sea más o menos llamativo, sino que sea un servicio cristianamente eficaz. O, dicho de otro modo, que sea un servicio realizado, como san José, generosamente y con fe, esperanza y amor. Ojalá seamos capaces de hacer esto en nuestras casas, en las familias, en la sociedad, en el trabajo...

2.- En esta fiesta entrañable de san José, como os han dicho ya, tengo el gozo de celebrar las Bodas de Diamante de mi ordenación sacerdotal, que tuvo lugar en esta iglesia del Carmelo el año 1959. Quiero agradecer a Dios estos 60 años de sacerdocio y os invito también a todos a hacer memoria agradecida de vuestra particular vocación en la Iglesia, en la familia. “Hijas, no se harten de dar gracias al Señor", les decía Santa Teresa a sus monjas. Es lo primero y casi lo único que puedo hacer porque, dada mi pobreza y debilidad, como dice san Pablo, "por la gracia de Dios soy lo que soy" (1 Cor 15,9) y no tengo nada mío para ofrecerle, pues todo lo que soy y tengo se lo debo a él, a Dios. Haciendo mías las palabras de María, "mi alma engrandece al Señor y mi espíritu se alegra en mi Salvador...porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso... y su misericordia llega de generación en generación a sus fieles" (Lc 1. 46-50). Y citando de nuevo a santa Teresa de Jesús, “no me canso de dar gracias a Dios” por el don del sacerdocio ministerial y porque, en tiempos de bonanza y de intemperie, me ha ayudado para ejercerlo en la Iglesia hasta el día de hoy. Estoy también profundamente agradecido a la Orden del Carmen que en su día me acogió y a los hermanos que me han acompañado y me han hecho feliz con su amistad y comprensión. Vivo la experiencia de que es verdad lo que se lee en el salmo 133,1: ¡"Mirad qué bueno y qué agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía"!

1) Mirando mi pasado, con sus luces y sombras, aciertos y desaciertos, confieso que Dios ha sido muy bueno conmigo. Me conforta saber, como dice Santa Teresita, que “lo que agrada a Dios es ver nuestra pequeñez y nuestra pobreza”. Y ofrezco a Dios ese pasado mío y lo dejo en sus manos, convencido de que donde mejor ha podido estar hasta ahora y puede seguir estando es en las manos del Señor.

- A los 12 carmelitas, que hace 60 años fuimos ordenados de sacerdotes y recibimos el ministerio ordenado, de los que ya solo quedamos cuatro, nos ha tocado vivir tiempos de cambios profundos que, por una parte, han ensanchado felizmente nuestro corazón y, por otra, nos han obligado a una fatigosa y provechosa gimnasia de adaptación, repitiendo siempre con Santa Teresa: “Quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta”.

-En estos 60 años de sacerdocio, que en su mayoría los he vivido con vosotros aquí en el Carmelo de Bilbao, tengo que agradecer a Dios que me haya mostrado su fidelidad inagotable y su amor inquebrantable; que me haya aceptado como soy y que no necesite que me justifique ni le explique nada. Hasta mis pecados y errores han sido asumidos en la historia de la salvación que Dios escribe con cada uno de nosotros.

2) Mirando al presente, tengo también que dar gracias a Dios y alabarle, porque sigue derramando abundantemente sobre mí su amor y su misericordia, y me sigue sosteniendo con mano poderosa en el ministerio sacerdotal recibido, sin desaliento y sin desfallecimiento, con renovado ánimo y con alegría.

- El presente, aunque por distintas razones que en el pasado, también suscita en la vida social y eclesial preocupaciones y temores, que todos conocemos y todos padecemos. Y la esperanza a veces se torna difícil. Pero el Espíritu Santo está presente y ayuda a leer los signos de esperanza que Él suscita entre nosotros.

- El presente, con sus luces y sombras, es lo que todos tenemos que amar y salvar. Formamos parte de los llamados por el Señor, a quienes se refería Jesús cuando decía: “Padre justo... estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos”. “Que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy, para que contemplen mi gloria” (Jn 17, 24).

3) Finalmente, está el futuro, el mío y el vuestro, que también está en buenas manos, en las manos de Dios, que se fijó y nos llamó, a mi hace 60 años al ministerio sacerdotal. El nos ama y sigue confiando en nosotros, aunque le hayamos fallado muchas veces, y nos dice por boca de su Hijo: “No os inquietéis por el día de mañana” (Mt 6,34). Pues donde abundó el pecado sobreabundó la gracia y hay que aceptar los planes de Dios, por oscuros e incomprensibles que sean, pues, como dice santa Teresita, no hay que ir a Dios con un proyecto trazado de antemano. Hay que vivir abiertos a lo que Él disponga, pues “la perfección consiste, dice la Santa, en ser lo que Dios quiere que seamos” (Ms A 2vº)

CONCLUSIÓN

Caminamos con la esperanza y la seguridad de que Dios nos ama, perdona nuestras debilidades y, de nuevo, nos dice hoy: “Id, yo estoy con vosotros todos los días”. El Señor se ha fiado de nosotros y nosotros nos fiamos de Él, y ponemos cada día nuestra vida en sus manos (cf. 1 Tim 1,12 ss.; 2 Tim 1,12).

Pido a nuestra Madre del Carmen y a san José que nos amparen y nos guíen a todos en el camino de la vida. Mi recuerdo y gratitud a mis padres que me ayudaron a crecer en la fe; a los profesores y formadores que me prepararon para el ministerio presbiteral; a mis hermanos carmelitas que en estos 60 años me han hecho feliz a su lado; y a todos vosotros, porque he desempeñado cerca de vosotros la mayor parte de mi ministerio sacerdotal y quisiera seguir haciéndolo hasta que Dios me llame a su lado. Y, como suele pedir el papa Francisco cuando termina de hablar a la gente, yo hoy os pido también: ¡¡Rezad por mí!! ¡¡Yo rezaré por vosotros!!".

Hasta aquí la homilía del P. Pedro.

Después de la comunión, el P. Juan Aristondo, superior de la casa, se dirigió a Pedro con estas palabras llenas de afecto fraterno:

  • Como superior de esta comunidad en la que tanto sudor has derramado, querido Pedro, me toca a mí decir una palabra de agradecimiento.

  • Agradecimiento a las personas congregadas hoy, en esta celebración tan nuestra, tan sentida.

  • Agradecimiento a ti, Pedro, a tus muchos desvelos y esfuerzos en favor de la Orden, la Iglesia y la Sociedad, en tus muchas tareas en la formación, en la vida fraterna y en la promoción de los fieles cristianos, especialmente en el campo del Derecho.

  • A destacar también, representando a la Orden, tu trabajo de tantos años (37 años) en la Curia de la Diócesis, con los 4 últimos Obispos.

  • Y no quiero que este agradecimiento deje de lado el presente. Hoy en día, tus consejos y orientaciones, tus actitudes comunitarias y pastorales, tus profundas y actualizadas homilías y celebraciones litúrgicas, tu vida entera, es de entrega. Gracias, por todo, Pedro.

  • Y agradecimiento a Dios, por haberte creado y entregado, por darte capacidad y fuerza.

  • A Él nos encomendamos.

Después de la bendición e inmediatamente antes de decir "Podéis ir en paz", el P. Pedro volvió a pedir a la gente "Por favor, rezad por mí y yo rezaré por vosotros". Ha sido el momento que la gente ha roto en un largo y sonoro aplauso.

A continuación, muchas personas se adelantaron detrás del altar, al pie del retablo Mayor de la Iglesia y junto a la imagen de san Jose, para saludar y felicitarle personalmente, abrazarle y sacar fotos individual y colectivamente con Pedro.

Muchas Felicidades Pedro por tu persona, por tu labor y por el don de tu sacerdocio en nuestra comunidad, en la diócesis y en la Parroquia “El Carmelo” de Begoña - Bilbao.

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