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Santa Isabel de la Trinidad (Parte III) - CANONIZADA HOY, 16 DE OCTUBRE


Hoy, 16 de octubre, fecha de la Canonización, ofrecemos en esta web el último de los artículos del prior de Eibar, P. Félix Málax. Es una versión abreviada, es decir, más apta para una primera comunicación del mensaje de nuestra nueva Santa. Aprovechamos la ocasión para felicitarnos mutuamente. El Carmelo ofrece un nuevo testimonio de santidad, ejemplo de vida entregada y adaptación del evangelio a circunstancias concretas. Demos gracias a Dios, aprovechemos el testimonio de Isabel Catez y disfrutemos del tesoro del Carmelo.

Isabel de la Trinidad -- VERSIÓN ABREVIADA

0.- PRESENTACIÓN

Isabel Catez Rolland: 1880-1906. En el Carmelo Isabel de la Trinidad: 1901-1906. Una vida de 26 años. Pasó rápido por la juventud y por el mundo de la música. Rápida escalada de las cimas de la vida.

Casi a la par que describe su vocación de contemplativa, Isabel hace el hallazgo de un gran maestro, san Pablo. Y en él, los textos que definen la vocación profunda del cristiano. Textos que a ella le iluminan el sentido de la vida:

- “ser casa de Dios” y “templo del Espíritu”,

- ofrecer a Cristo una “humanidad suplementaria”, en que Él prolongue su misterio,

- sentirse llamada y predestinada a ser “alabanza de gloria” de la Trinidad.

Como una iluminada o una profeta, entre los 21 y 26 años, sor Isabel influye un denso magisterio de la pluma. Lo realiza en el ámbito estrecho de sus cuadernos de apuntes y sus cartas. Pero alcanza a sus amigas, a su hermana Guita, a seminaristas y sacerdotes, a su mamá. A casi todos los ha conocido en el mundo, en plena vida social. Ahora los sigue más de cerca con mirada contemplativa desde el Carmelo.

Ese magisterio de sor Isabel irrumpe con fuerza a raíz de su muerte. Primero, entre jóvenes y seminaristas. Luego, entre teólogos de prestigio, como Philippon, Padre Gabriel, Urs von Balthasar. Y ahora, ante el mundo y la Iglesia entera, al ser beatificada el 25 de noviembre de 1984 y canonizada el 16 de octubre del 2016.

Su biografía, muy sintetizada en las páginas que siguen, se debe al más prestigioso especialista de sor Isabel, el carmelita belga Conrado De Meester, editor crítico de sus obras escritas. Pero, en realidad, su verdadera autor es Isabel misma.

I.- JOVEN SEGLAR

1.- Nacimiento

La mañana del domingo 18 de julio de 1880, nace Isabel Catez Rolland en el campo militar de Avor, cerca de Bourges, centro geográfico de Francia, al norte de París.

La niña tiene buena salud; “es muy guapa, muy vivaracha”, recordará la señora Catez. El 22 de julio, fiesta de santa María Magdalena (detalle que alegrará a la futura contemplativa), recibe el bautismo.

El 10 de mayo de 1881, la Compañía del capitán Catez se traslada a Auxome (Côte-d`Or). Es aquí donde la señora Catez nos da noticias frescas sobre Isabel, cuando la pequeña borgoñesa tienen 21 meses: “Es un puro diablo, se arrastra, y cada día necesita un par de pantalones blancos.” Es también “una gran parlanchina.”

Pero tiene también detalles religiosos. “Ha ido a la Ofrenda, y ha abrazado al Crucifijo, lo ha abrazado ya antes de llegar”. Por su abuelita, enferma, no sólo reza, sino que enseña la oración a su muñeca: “Ahora mismo le ha puesto de rodillas, muy devotamente”. Encontramos a Isabel con su famosa muñeca Jeannette en fotos de esa época: es una niña que sabe lo que quiere.

2.- A Dijon

De nuevo, cambio de residencia militar. Hacia el primero de noviembre de 1882, los Catez se establecen en Dijon, en la villa Billiet, calle Lamartine, cerca de la estación. Allí nace, el 20 de febrero de 1883, Margarita, “Guita”. Lo que la pequeña Guita tendrá de dulce, lo tendrá de turbulento Isabel, la pequeña capitana.

Pero Isabel tiene buen corazón y quiere mucho a sus padres. Guita recordará así la infancia de su hermana “Muy viva, muy colérica incluso; sus rabietas eran verdaderas rabietas; en fin, un verdadero diablillo”.

3.- La familia

En la familia Catez reinó un buen entendimiento. Basta anotar esta frase de una carta de la señora Catez a su “buen José”, en viaje por el Norte: “No olvides mis consejos, come, nada de abusar de la cerveza y los cigarros, cuida tu salud y piensa en nosotros”. Cinco imperativos en dos líneas: ¡la esposa que, cuando quiere, se extiende a gusto en las cartas; sabe también resumir!

El 24 de enero de 1887 muere el abuelo Rolland, que vive con ellos. Ocho meses después, un nuevo duelo mucho más doloroso: la mañana del 2 de octubre, domingo, muere de repente el señor Catez, que ya había tenido frecuentes crisis cardiacas.

4.- El trío

El “trío” (madre y dos hijas) está muy unido, aunque no cerrado sobre sí mismo. Tienen amigos fieles. Y viajan cada año a visitar a los familiares y a casa de amistades del Midi y de Lorena. A los ocho años, Isabel confía ya al P. Angles, cura de San Hilario en el Aude, su deseo de hacerse religiosa (Cta 104).

Sin ser rica, la señora Catez disfrutaba de suficiente bienestar para asegurar la formación de sus hijas. Hacia los 7 años, Isabel recibe de la señorita Gérmaux sus primeras lecciones privadas de francés. La señora Catez matricula a su hija, de sólo 8 años, en el Conservatorio de Dijon. Los estudios clásicos se continúan de forma espaciada; pero el primer lugar lo ocupan las largas horas diarias de piano.

La muerte del padre ha podido atemperar la vivacidad de la niña, pero la vida sigue igual. Y las rabietas también. Más tarde, la señorita Gérmaux recordaba la “voluntad de hierro” de su pequeña alumna y su sorprendente recogimiento al entrar en la iglesia. Sin duda, es muy propio de la naturaleza de Isabel ir siempre al fondo de las cosas. Pero Isabel es, a la vez, muy recta. Y, cuando comprende que no debe fastidiar a los otros, se corrige inmediatamente.

5.- Toda una tarea

Su primera confesión, en torno a los 7 u 8 años, le lanza a la lucha contra sus defectos. Y después ¡hay tantas bellas cualidades en su corazón atrayente y generoso!

Todavía 16 meses le separan de su primera comunión. Sabeth se aplica con ardor a las lecciones de catecismo; lo que no le impide ser castigada un día por el Vicario a ponerse de rodillas, junto a una amiguita, en medio del pasillo.

6.- El primer encuentro eucarístico

¿Qué sucede en su corazón el día 19 de abril de 1891? Durante la misa y la acción de gracias, lágrimas de alegría corren por su rostro. Cuando sale de Saint-Michel, le dice a María Luisa Hallo: “Ya no tengo hambre, Jesús me ha alimentado”. A través de una poesía se adivina la intensidad de este primer encuentro con el Cuerpo de Cristo. Está escrita en el séptimo aniversario de esta comunión. Es una de esas poesías que escribe para ella sola en presencia de Jesús y que son un auténtico diario íntimo.(CP 47).

7.- Robustecida por dentro

El 8 de junio de 1891 recibe el sacramento de la Confirmación en la iglesia de Notre-Dame. Los testigos señalan unánimemente un notable progreso, a partir de su primera comunión, en el camino del don de sí misma. ¿Don a quién? A Jesús. Comprende el amor que él nos ha manifestado en su sufrimiento, en su muerte y en su presencia eucarística.

Sus ímpetus de cólera pasan a ser vividos y vencidos por dentro. Se sabe ganada por Jesús. Le gusta orar.

A la edad de 13 años, Isabel Catez obtiene ya su primer premio de piano en el Conservatorio. Puede disfrutar de unas vacaciones bien merecidas.

8.- Mirando al Carmelo.

Un día, cuando tenía 14 años, después de haber recibido la Comunión, Sabeth se siente irresistiblemente empujada a ofrecer toda su vida a Dios, y emite su voto de virginidad perpetua. Un poco más adelante, el proyecto de vida religiosa se concreta en esta palabra que oye interiormente: “Carmelo”.

Pero nada refleja aquí, evidentemente, de lo que es ya la llamada su vida, el alma de su alma: su amor a Jesús. Lo descubrirá en unos pocos versos casi contemporáneos de esa redacción de estilo (CP 4).

9.- La Presencia misteriosa

Pero interiormente una Presencia misteriosa la acompaña ya. Pocos de los que la rodean se dan cuenta de que su rica vitalidad se orienta hacia otra Vida, adentro, afuera, más allá. La nostalgia de Jesús, del Carmelo, del Cielo habita en esta joven de 15 a 16 años. A los 17 descubre las perspectivas terrenas q ue implica ese amor. Acepta su situación concreta y todo lo que hace sufrir a su joven corazón, animado por un deseo de oblación netamente contemplativa (CP 43).

10.- Prohibición materna.

Su corazón está ya en el Carmelo; pero su madre le ha prohibido toda conversación con las monjas. Sin embargo, su amor a Jesús, su atención calurosa hacia los otros y su capacidad de admiración, la hacen tomar parte, no sin entusiasmo, en la vida de la sociedad. Lo testifican sus cartas escritas durante los periplos anuales de las grandes vacaciones.

11.- A Saint-Hilaire.

“Qué alegría he sentido al saber que estás pasando unas magníficas vacaciones; yo también, te lo aseguro. Hemos ido a pasar unos días a Saint-Hilaire, hermoso partido de Provincia donde mamá vivió cuando tenía mi edad. Dieron en nuestro honor banquetes tan espléndidos que nuestros estómagos no podían soportarlos.

Nuestra estancia aquí ha sido una serie ininterrumpida de diversiones: bailes, música, paseos de campo; todo se sucedía en cadena. La sociedad de Tarbes es muy agradable; me he relacionado con muchas jóvenes, a cual más encantadora. Estamos emocionadas por la acogida que nos han dispensado y llevamos un recuerdo muy grato de Tarbes.” (Cta 11).

12.- A Lourdes y la Cartuja.

Después de Tarbes nos fuimos a Lourdes, rincón del Cielo donde pasamos tres días deliciosos como no se pueden pasar sino allí. He pensado en ti al pie de la gruta. ¡Ah, si tú supieras qué momentos tan buenos he pasado allí, y cómo se emociona una! No había grandes peregrinaciones. Hemos podido comulgar en la gruta; me gusta Lourdes por esa su tranquilidad.

Pero lo que más me admira es la Gran Cartuja. Si vieras qué hermosa es esa ruta del Desierto, qué verdes y pobladas de árboles están las montañas.

Es la soledad más profunda que se puede imaginar; uno cree estar a cien leguas del mundo; tan perdido se encuentra en estas montañas, que tiene un aspecto exageradamente salvaje.

13.- El lado interior.

Es en las poesías donde leemos la otra cara, el lado interior del ser de Isabel. Por ejemplo, en una poesía compuesta el día de Pentecostés de 1898:

De tus incandescentes y puras llamas, / Espíritu Santo, dígnate abrasar mi alma; / consúmela con tu divino amor; / tú, a quien invoco cada día.

Tú que me das mi vocación, / ¡oh!, condúceme, pues, a esta unión / íntima, interior, a esta vida / toda en Dios, que es mi deseo.

Espíritu Santo, Bondad, Belleza suprema, / ¡Oh tú, a quien adoro; oh tú, a quien amo! / consuma con tus divinas llamas, / este cuerpo, este corazón, esta alma. Esta esposa de la Trinidad / que sólo quiere hacer tu voluntad. (CP 54)

14.- Sacrificio costoso

A sus 19 años, el Diario de Isabel nos descubre su amor a Cristo, a María, a las almas, para que la gran Misión de Dijon (marzo de 1899) la inflame de ardor apostólico. Leamos:

Hoy he tenido la gran satisfacción de ofrecer a mi Jesús algunos sacrificios sobre mi defecto dominante: pero ¡cuánto me ha costado! Reconozco mi debilidad.

15.- Con Teresa de Jesús

Estoy leyendo en este momento el “Camino de Perfección” de Santa Teresa. Me interesa muchísimo y me hace mucho bien. La Madre Teresa dice de sí misma muy buenas cosas sobre la oración y sobre la mortificación interior; esta mortificación a la que deseo llegar con la ayuda de Dios. Como me es imposible hacer por ahora grandes penitencias, puedo, al menos, inmolar constantemente mi voluntad en cada instante del día. La oración, ¡cómo me gusta la forma en que santa Teresa trata de este tema!, mientras que nosotros no hacemos nada; en que une nuestra alma tan íntimamente a Él, que ya no somos nosotros quienes vivimos, sino Dios que vive en nosotros, etc.

¡Oh! He reconocido ahí los momentos de sublime éxtasis que el Maestro se ha dignado otorgarme tan frecuentemente durante los últimos Ejercicios Espirituales y después de ellos (Diario p. 15-16).

16.- Ante el sufrimiento.

Dios mío, tú sabes que si sufro, si deseo por encima de todo sufrir tanto, no es pensando en mi eternidad, sino solamente para consolarte, para llevarte las almas, para manifestarte lo que te amo. Pues te he dado mi corazón, un corazón que no piensa ni vive sino para ti, un corazón que te ama hasta morir de amor (Diario p. 29).

¡Te amo tanto! Mi corazón arde en un amor tan grande, que no puedo vivir tranquila y feliz, en tanto que tú, mi Amado Esposo, sufres. Compartir tus dolores, mitigarlos, seguirte llevando una cruz gruesa y pesada, ese es lo que deseo. Te amo, Vida mía, te amo hasta morir. ¡Oh! Tú has herido mi corazón con el dardo de tu amor; y ya no puede ser feliz aquí abajo. Sólo tú puedes darle la felicidad permitiéndole compartir tus sufrimientos. ¡Gracias, Jesús, gracias! (Diario p. 64).

17.- Consentimiento materno

Finalmente, el 26 de marzo de 1899, la señora Catez da su consentimiento para que entre su hija en el vecino Carmelo, pero sólo dentro de dos años, al cumplir la mayoría de edad. Sin embargo, más tarde, a pesar de ser ese día el Viernes Santo, le hace una extraña proposición:

Mamá ha regresado esta mañana a casa muy tarde y completamente agitada. Le han hablado de una proposición matrimonial para mí, un partido maravilloso que nunca volveré a encontrar. ¡Ah! Oigo la voz de mi Amado al fondo de mi corazón: “Esposa mía, -me dice Él- renuncias a la felicidad de este mundo para seguirme. A mi lado sabes que pasarás por el dolor, por la Cruz; que tendrás que soportar muchos sufrimientos. Lo que me da pena es afligir a mi querida madre. Ella es admirable, es un milagro de María: ni siquiera trata de influenciarme.” (Diario p.80-82).

18.-Vida “mundana”

Isabel continúa viajando durante el verano y reuniéndose con sus amigas de Dijon. Se viste con elegancia. Su peinado es impecable.

Se la distingue entre el círculo de familias de militares y durante las veladas de baile, donde hace numerosas amistades. Pero los jóvenes, buenos psicólogos, decían entre ellos: “No es para nosotros, ved su mirada”. Isabel irradia a su Amor. Durante una velada de baile, una dama le dice repentinamente: “Isabel, tú ves a Dios”.

19.- En la celda interior.

Lo que le apasiona es Jesús, es “compartir” las penas y alegrías de Cristo, seguirle y darle absolutamente todo. “Compartir” es una palabra que a ella le gusta mucho y expresa muy bien lo que entiende por amor. Al no poder todavía vivir su presencia en el Carmelo, Isabel interioriza “su celda”, como Catalina de Siena. Escribe:

Que viva en el mundo si ser del mundo: puedo ser carmelita en mi interior, y quiero serlo. ¡Oh, Jesús mío!, hace tanto tiempo que os he entregado todo. Hoy renuevo mi ofrenda, soy tu pequeña víctima. ¡Que Isabel desaparezca y que sólo quede su Jesús! (Elevaciones p. 121).

20.- En Betania.

Jesús, Amado mío, ¡qué dulce es amarte, ser tuya, escogerte como el único Todo! Ahora que ya vienes cada día a mi corazón, que nuestra unión sea aún más íntima. Que mi vida sea una oración continua, un prolongado acto de amor. Que nada pueda distraerme de ti, ni los ruidos, ni las distracciones, nada.

Me gustaría tanto, Maestro mío, vivir contigo en el silencio. Pero lo que quiero por encima de todo es cumplir tu voluntad, ya que tú me quieres en el mundo, me someto con todo mi corazón por amor a ti. Te ofrezco la celda de mi corazón, que sea tu pequeña Betania; ven a descansar aquí, te quiero tanto. Quiero consolarte y me ofrezco a ti como víctima, oh Maestro, por ti y contigo. Acepto por adelantado todos los sacrificios, todas las pruebas, incluso la de no sentirte conmigo.

La palabra “víctima”, que hemos encontrado aquí, proviene de Teresa de Lisieux. En 1899, una de las primeras conquistadas por la “Historia de un alma” es Isabel. Teresa le ayuda a deshacerse de lo que todavía le queda de jansenismo en su concepción de Dios. Pero es la experiencia mística de Dios inundando su corazón el mejor antídoto del miedo.

21.- El último viaje

Isabel cuenta con 20 años de edad. En el verano de 1900 dice su adiós al mundo en el curso de un viaje de tres meses. De nuevo visita Lourdes, Tarbes. Después pasa un buen momento en Carlipa en el Aude (Cta 32).

De regreso a Dijon, nos quedamos dos días en París con una amiga, a la que estábamos deseosas de volver a ver. Tuve la satisfacción de ir Mont-Martre y a nuestra Señora de las Victorias.

22. - Mirada retrospectiva

Recuerdo, querida mamá, que mientras danzaba como las demás y bailaba el rigodón en el amplio salón, estaba como obsesionada por este Carmelo que tanto me atraía y donde iba a encontrar, uno año después, tanta felicidad. ¡Qué misterio! ¡Oh! No te duelas de haberme entregado a Él. Él lo quería, y además tú sabes muy bien que soy siempre toda tuya. (Cta 156).

Me parece que nada puede distraerme de Él, cuando obro por Él, siempre en su santa presencia, bajo esa mirada divina que penetra hasta lo más íntimo del alma. Hasta en medio del mundo se le puede escuchar en el silencio de nuestro corazón, que sólo quiere pertenecerse e Él. (Cta 40).

23.- Zonas de oscuridad.

El tiempo pasa de prisa. Sus 21 años y su entrada en el Carmelo se aproximan. Isabel atraviesa un periodo de oscuridad en su búsqueda de Dios. Escuchémosla: ¡Cuánto sufro, Dios mío! Pero deseo permanecer en este estado hasta que os plazca, pues este feliz sufrimiento purifica mi alma que Vos queréis unir más íntimamente.

Adelante, adelante, todo lo que queráis; pero sostenedme, que soy muy débil. Vos sabéis bien que es a Vos, a quien únicamente amo, a quien únicamente estoy unida. ¡Oh Amor, qué bueno es ofrecerte algo a Ti, que tanto me has mimado.” (Elevaciones, p. 122).

24.- El santuario íntimo

Qué maravilloso es vivir esta presencia de Dios dentro de nosotros, en ese santuario íntimo de nuestras almas. Aquí le encontraremos siempre, aunque con el sentimiento no palpemos su presencia; pero Él está, a pesar de todo (Cta 47).

Ya no es un velo, sino un muro bien grueso el que me lo oculta. Es muy duro, ¿no te parece?, después de haberlo sentido tan cerca; pero estoy dispuesta a permanecer en este estado de alma todo el tiempo que le plazca a mi Amado dejarme en él, pues la fe me dice que Él está ahí, a pesar de todo; y además, ¿para qué las dulzuras y los consuelos? Eso no es Él. Y es a Él solo a quien nosotras buscamos, ¿no es así, mi buena Margarita? Vayamos, pues, a Él por pura fe. (Cta 49).

25.- El porte exterior.

A pesar de esta vivencia interior en pura fe, el porte exterior de Isabel Catez sigue siendo el de una joven alegre, que no tiene otra preocupación que la de “reflejar” a Cristo. Escribe a su hermana y a su madre en viaje:

La señora Hallo nos invitó a tomar algo en la pastelería. Ella misma me ha ofrecido una excelente cena con un delicioso entremés, que hubiera querido enviaros. ¿Llegaron en buen estado vuestros sandwichs?

Después de la cena, Carlos nos ha dado un concierto; hemos tocado “El barbero de Sevilla”. (Cta 46).

26.- Con Jesús al baile

Piensa en mí el domingo por la tarde, por favor. Iré a una velada de baile, mi cuerpo estará allí; pero solo él, porque mi corazón, ¿quién podrá distraerlo de aquel a quien ama? Además creo que Él estará contento de verme allí. Es ahí, bien en el fondo, en el cielo de mi alma donde a mí me gusta encontrarlo, pues Él nunca me abandona. “Dios en mí y yo en Él”. ¡Es mi vida! Es tan dulce, -¿no le parece?- pensar que, excepto la visión, nosotros le poseemos ya como los bienaventurados en el cielo.

Que nosotros tengamos fuerza para no abandonarlo nunca, para no distraernos nunca de Él. Pídale para que yo me deje poseer y arrebatar totalmente.

27.- Su nombre

¿No le he dicho aún cómo me llamaré en el Carmelo? “María Isabel de la Trinidad”. Me parece que este nombre indica una vocación particular. ¿No le parece maravilloso? Amo tanto este misterio de la Santísima Trinidad; es un abismo en el que yo me pierdo. (Cta 55).

28.- Firmeza congénita

Son horas dolorosas las de esa última tarde o esa última noche juntas en familia, con su madre y su hermana Guita. Pero el 2 de agosto de 1901 llega también a Isabel la profunda paz de poder decir, al fin, sí a Jesús, que le quiere en el Carmelo. Por la mañana escribe aún al canónigo Angles:

Vamos a comulgar en la misa de 8, cuando Él esté en mi corazón, mamá me conducirá hasta la puerta de clausura. Quiero a mi mamá como nunca la he querido, y en el momento de consumar el sacrificio que me va a separar de estos dos seres queridos y tan buenos que Él me ha dado, ¡si usted supiera qué paz inunda mi alma! Esto ya no es la tierra, siento que soy totalmente suya, que no me guardo nada, me arrojo en sus brazos como un niño pequeño (Cta 75).

II.- CARMELITA

Efectivamente, el día 2 de agosto de 1901 Isabel Catez entraba, por fin, en su definitiva morada del Carmelo de Dijon. Su primera palabra escrita que conservamos es de paz y compañía:

¡Qué bien se está en la montaña del Carmelo. Lo he dejado todo para hacer la escalada, pero Jesús va delante de mí. Él me ha cogido en sus brazos para llevarme como a un niño pequeño, y para darme lo que yo había abandonado por Él (Cta 108).

1.- Es feliz

No encuentro palabras para expresar mi felicidad, cada día la aprecio más. Aquí no hay nada; nada más que Él, Él es todo, sólo Él basta, y es a Él a quien únicamente se ve. Se le encuentra por todas partes, tanto en la colada como en la oración. Me encantan, sobre todo, las horas de silencio riguroso.

El 8 de diciembre de 1901, después de unos cuatro meses de vida como carmelita, Isabel es aceptada unánimemente para la toma de hábito.

Será, por tanto, el día 8, esa bella fiesta de su Inmaculada Concepción, cuando María me revista de mi querida librea del Carmelo. Me pregunta cuáles son mis ocupaciones en el Carmelo. Podría responderle que para la carmelita no hay más que una: amar, orar. Pero, a pesar de vivir ya en el cielo, está todavía sujeta al cuerpo; debe, además de entregarse por completo al amor, ocuparse en cumplir la voluntad de Aquel que fue el primero en realizar estas cosas para darnos ejemplo.(Cta 245).

2.- Mi secreto

Me parece que he encontrado mi Cielo en la tierra y que ese Cielo es Dios, y Dios está en mi alma. El día que comprendí esto, todo se iluminó en mí. Ahora quisiera revelar este secreto a los que amo, para que también ellos descubran siempre a Dios en todas las cosas y así se cumpla la oración de Cristo: “Padre, que todos sean uno” (Cta 110).

¡Es tan maravilloso mi Prometido, mamá! Le amo apasionadamente y, al amarle, me voy transformando en Él (Cta 115).

3.- Nunca estoy sola

Sí, querida mía, pido por ti; te guardo en mi alma muy cerca de Dios, en ese pequeño santuario tan íntimo donde le encuentro a cada hora del día y de la noche. Nunca estoy sola. ¡Ah, si pusiese enseñarte el secreto de la felicidad tal como Dios me lo ha enseñado!

Tienes que construirte, como he hecho yo, una celdita dentro de tu alma; piensa que Dios está ahí y entra de vez en cuando.. Este es el secreto de mi vida en el Carmelo: la vida de una carmelita es una comunión con Dios de la mañana a la noche, y de la noche a la mañana. Si Él no llenase nuestras celdas y nuestros claustros, ¡qué vacío estaría todo!

Mira, Francisca mía, es preciso que te hagas un hueco en tu vida, en ese corazón que Él te ha dado tan afectuoso, tan apasionado. ¡Si superas qué bueno es! ¡Es todo Amor! Le pido que se manifieste a tu alma, que sea el Amigo con que te encuentres cada día. Entonces todo se ilumina y la vida es un placer. (Cta 140).

4.- Con el Resucitado

¡Qué hermoso es vivir una Semana Santa en el Carmelo! A las cinco tuvimos la Misa de Resurrección, seguida de una magnífica procesión por nuestro hermoso jardín. Todo estaba tan sereno, que parecía que el Maestro se nos iba a aparecer por los pasillos solitarios como un día lo hiciera a la Magdalena. Aunque nuestros ojos no lo vieron, nuestras almas sí lo encontraron en la fe. (Cta 139).

5.-Fiesta de la Trinidad

Sí, Guita, esta fiesta de los Tres es la mía por excelencia. No hay otra que se le parezca. Es muy propia del Carmelo, por ser una fiesta de silencio y adoración. Nunca había comprendido tan bien el misterio y la vocación que encierra mi nombre. (Cta 107).

Santa Teresa dice que el alma es como un cristal donde se refleja la Divinidad. ¡Cuánto me gusta esa comparación! Cuando contemplo el sol invadiendo nuestros claustros con sus rayos, pienso que es así, como Dios, el alma que sólo le busca a Él.

Querida mía, vivamos en intimidad con el Amado, seamos totalmente para Él, como Él lo es para nosotros. (Cta 118)

6. La Navidad

Les escribo antes de Maitines, desde mi querida celda. Y quisiera ser pintora para dibujarles un croquis del cuadro que me rodea. El cielo está hermoso, cubierto de estrellas. La luna se desliza en mi celda a través de los cristales helados. ¡Es algo arrebatador la hermosa fiesta de Navidad, que tanto me ha gustado siempre, tiene en el Carmelo un carácter muy especial. Me agradaba repetir allí: “Él es mi todo, mi único Todo” .¡Qué felicidad, qué paz deja esto en el alma! Se lo he entregado todo a Él, a Él sólo. Entonces todo lo demás desaparece y me pierdo en Él como una gota de agua en el Océano. Y todo se calma y se apacigua. ¡Es tan dulce la paz de Dios! De ella habla san Pablo cuando dice: “Lo supera todo”. (Cta 166).

7.- Igualdad de amor

Un año después de su ingreso en el Carmelo escribe la novicia Isabel:

Pide a Dios que viva plenamente mi vida de carmelita, de prometida de Cristo. Esto exige una unión muy profunda. ¿Por qué me ha amado tanto? Me siento tan pequeña; pero yo le amo, no sé hacer otra cosa; le amo con su mismo amor. Es un doble intercambio entre Él, que es, y yo, que nada soy.

Cuando siento que Dios invade toda mi alma, rezo mucho por usted. Me parece que es una oración a la que Él no se puede resistir y deseo que me otorgue todo poder. (Cta 119).

8.- Ante la profesión religiosa

Isabel medita en su vocación de religiosa carmelita y en su próxima profesión, como acto decisivo. Y quiere comunicar sus sentimientos:

Sobre la montaña del Carmelo, la carmelita por medio de una oración ininterrumpida, pues se continúa a través de todo, vive ya como en el Cielo: “Solamente Dios”. El mismo que un día le dará la felicidad y la saciará plenamente en la gloria, se da ahora a ella, no la abandona nunca, permanece en su alma; más aún, los dos son Uno.

¿No es acaso esto el cielo en la tierra? Pues este cielo, Germanita mía, lo llevas dentro de ti. Ya puedes ser carmelita, pues Jesús reconoce a la carmelita en su interior (Cta 116).

9.- Qué es ser esposa

Es preciso vivir su vida de esposa. “Esposa”, todo lo que este nombre sugiere de amor dado y recibido, de intimidad, de consagración absoluta:

 Ser esposa es entregarse como Él se ha entregado; es inmolarse como Él se ha entregado; es inmolarse, como Él, por Él, para Él. Es Cristo que pasa a ser mío, y yo que paso a ser “toda suya”.

 Ser esposa es tener todos los derechos sobre su Corazón. Es un “corazón con corazón” de por vida. Es vivir con. Es descansar en Él y permitir que Él descanse en mi alma. Es no saber otra cosa que amar. Amar adorando, amar esperando, amar orando, pidiendo, olvidándose. Es amar siempre.

 Ser esposa, es mirarle y pensar frecuentemente en Él; es tener cautivo, totalmente invadido el corazón, fuera de ti, y totalmente en él; y tener el alma llena de su alma, de su oración; en fin, es tener el ser cautivado y entregado.

 Es contemplarle siempre para sorprender el menor signo y el más pequeño deseo; es gozarse con sus alegrías y compartir todas sus tristezas.

 Es ser fecunda y corredentora, es engendrar almas para la gracia, y multiplicar los hijos adoptivos del Padre, los rescatados por Cristo, los coherederos de su gloria.

10. - Su profesión religiosa

El 29 de diciembre de 1902 Isabel anuncia su profesión religiosa, que tendrá lugar en la fiesta de la Epifanía, el 11 de enero de 1903.

El día de Epifanía me convertiré en su reina y pronunciaré los votos que me unirán por siempre a Él. Siento mi impotencia, pero Él está conmigo para prepararme. Feliz y confiada, me atrevo a colocarme ante Él para que consume la unión que ha soñado en su amor infinito. ¡Es tan hermosa mi vocación! Pasar toda una vida en silencio, en adoración, en intimidad con el Esposo. Pídale que le sea fiel, que realice totalmente sus designios sobre mi alma, que cumpla plenamente su voluntad y que le haga feliz. (Cta 130).

11.- Presencia constante

Poco importan las ocupaciones en que Él me ponga, pues Él está siempre conmigo; y la oración, la intimidad de corazón a corazón, nunca debe terminar. Lo siento tan presente en mi alma, que sólo necesito recogerme para encontrarle dentro de mí.

Esto me hace feliz. Ha puesto en mi corazón una sed de infinito y un deseo tan grande de amarle, que sólo Él lo puede saciar: voy por lo tanto a Él, como un niño pequeño donde su madre, para que Él me sacie, me invada totalmente, me tome y me lleve en sus brazos, ¡Hay que hacerse pequeños ante Dios! ( Cta 147).

12.- Sin cosas extraordinarias

Es toda la Trinidad quien descansa en nosotros, todo ese misterio que será objeto de nuestra visión en el Cielo. Que Él sea tu clausura. Hermanita, me llenas de gozo cuando me dices que tu vida se realiza en Él. La mía también: soy “Isabel de la Trinidad”; es decir, Isabel que desaparece, que se pierde, dejándose invadir por los Tres.

Germana, vivamos de amor, seamos sencillos como ella, siempre entregadas, inmolándonos minuto a minuto en el cumplimiento de la voluntad de Dios, sin buscar cosas extraordinarias. Hagámonos pequeñas, dejándonos llevar como el niño en los brazos de su madre por Aquel que es nuestro Todo.

13.- Sumergida en un océano

¡Cuánto me alegra pensar que lo he dejado todo por Él! ¡Es tan hermoso darse cuando se ama! Y yo amo tanto a ese Dios que me quiere celosamente y sólo para Sí. Siento tanto el amor en mi alma, que es como un océano en el que me sumerjo y me pierdo: esta es mi visión en la tierra, mientras espero el cara a cara en la luz.

Él está en mí y yo en Él. Sólo tengo que amarle y dejarme amar en todo momento y en toda circunstancia: despertarme en el Amor, moverme en el Amor, dormirme en el Amor con el alma en su Alma y el corazón en su corazón, con los ojos en los suyos, para que, con su contacto divino, me purifique y me libre de mi miseria, de la que me encuentro tan llena. (Cta 191).

14.- Con Juan de la Cruz.

Estoy leyendo actualmente unas páginas maravillosas de nuestro bienaventurado Padre San Juan de la Cruz sobre la transformación del alma en las tres Personas divinas. Señor Abate, a qué abismo de gloria hemos sido llamados.

Nuestro Padre san Juan de la Cruz dice que el Espíritu Santo eleva al alma a una altura tan admirable que la capacita para realizar en Dios la misma aspiración de amor que el Padre realiza en el Hijo y el Hijo en el Padre, aspiración que no es otra cosa que el mismo Espíritu Santo.

¡Qué misterio tan adorable de amor! ¡Pensar que Dios por nuestra vocación nos llama a vivir inmersos en esas claridades santas! Quisiera responder como la Virgen Santísima, “guardando todas estas cosas en mi corazón”, sepultándome, por así decirlo, y transformándome en Ella. Entonces se realizará mi divisa, “mi ideal luminoso”, como usted dice, ¡seré ciertamente Isabel de la Trinidad

15.- La fecundidad apostólica

¿No le parece que en la acción, mientras se desempeña el oficio de Marta, puede el alma permanecer constantemente en adoración, embebida como Magdalena en su contemplación, colocándose junto a la Fuente como un sediento?

Así es como comprendo el apostolado, tanto de la carmelita como del sacerdote. Si ellos se mantienen sin cesar en contacto con estas divinas fuentes, entonces tanto uno como otro podrán irradiar a Dios, podrán darle a las almas.

Para ello es preciso colocarse muy cerca del Maestro, hacerse uno con su alma, identificarse con todos sus movimientos, para luego vivir como El cumpliendo la voluntad de su Padre. (Cta 137).

16.- Retiro personal y comunitario

El otoño de 1904 es un tiempo fuerte para la carmelita sedienta de Dios. Del 26 de septiembre al 8 de octubre, hace su retiro personal: diez días de soledad absoluta y de oración.

Desde el 12 de noviembre hasta la mañana del 21, las recreaciones cotidianas se detienen para dar paso a una nueva fiesta de silencio: es el retiro comunitario, dirigido por el P. Fages, dominico. Al término de este retiro, Isabel compone su célebre oración “Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro”.

Ocho días después, en una carta a la señorita Germana Gémeaux, escuchamos un eco de ello:

“Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”. Ese es el ideal de mi alma de carmelita, y creo que debe ser también el de su alma sacerdotal; es, sobre todo, el de Cristo; y le pido que lo realice plenamente en nuestras almas; seamos para Él una especie de humanidad suplementaria, en la que pueda seguir renovando todo su Misterio.

17.- Año nuevo

Comienza el año 1905. Escribe Isabel: “Que sea un año de amor para gloria de Dios”. San Pablo se ha convertido en su gran alimento espiritual. La carmelita quiere llegar a ser cada vez más una “alabanza” de la gloria de Dios, “todo Amor”, y alcanzar las alturas a las que estamos llamados.

Cada día Él me hace experimentar mejor lo dulce que es ser suya, solo suya, y mi vocación de carmelita me impulsa a la adoración, a la acción de gracias. Sí, es verdad lo que dice san Pablo: “Él ha amado con amor excesivo”, ha amado excesivamente a su pequeña Isabel.

Y, como amor exige amor, no pido otra cosa a Dios sino que me haga comprender esta ciencia del amor de la que habla san Pablo y de la que mi corazón desearía sondear toda la hondura. (Cta 199).

18.- Retiro de Pentecostés

Esta mañana tendremos nuestra última recreación: después de ella, entraremos en el retiro del Cenáculo hasta Pentecostés. Durante todos estos 10 días, creo que estaré más cerca de usted, porque viviré más con Él.

San Pablo, cuyas bellas cartas estoy leyendo como algo delicioso, dice que “nadie conoce lo que hay en Dios sino el Espíritu de Dios.” El programa de mi retiro consistirá en permanecer por la fe y el amor bajo la “unción del Santo”, de quien habla san Juan, porque sólo Él es quien “sondea hasta las profundidades de Dios.” (Cta 525).

19.- Última enfermedad

El agotamiento físico, precursor de la enfermedad que le llevará a la muerte a Isabel en 1906, comienza a aparecer. Su estado de salud sigue atravesando altos y bajos. Obligada a guardar reposo, Isabel escribe a su madre y a su hermana Guita, quien ha tenido su segunda hija, Odette, el 19 de abdril de 1905.

En vez de trabajar en mi celdita, me instalo como un ermitaño en el rincón más alejado de nuestro gran jardín, y allí paso unas horas deliciosas. Toda la naturaleza se me muestra tan llena de Dios: el viento que sopla en los altos árboles, los pajarillos que cantan, el hermoso cielo azul, todo me habla de él. (Cta 216).

20.- ¡Hijos de Dios!

Acabo de leer en san Pablo unas cosas espléndidas sobre el misterio de la adopción divina. Naturalmente, pensé en ti, no podía ser de otra forma: tú que eres madre y sabes qué profundidad de amor ha colocado Dios en tu corazón hacia tus hijas, tú puedes comprender la grandeza de este misterio: ¡hijos de Dios!

Guita mía, ¿es que esto no te estremece? Escucha cómo habla mi querido san Pablo: “Dios nos ha escogido en Él antes de la creación del mundo. Nos ha predestinado a la adopción de hijos para alabanza de gloria de su gracia; o sea, en toda su omnipotencia, Él no parece que puede hacer nada más extraordinario.

Guita mía, ese cielo, esa casa de nuestro Padre, está en el centro de nuestra alma. Como lo podrás ver en san Juan de la Cruz, cuando estamos en nuestro más profundo centro, estamos en Dios.

21.- Incluso en las ocupaciones

¿No te parece que es muy sencillo, que es consolador? A través de todo, en medio de las solicitudes maternales, mientras vives totalmente dedicada a tus angelitos, tú puedes retirarte a esta soledad para ponerte a disposición del Espíritu Santo, a fin de que Él te transforme en Dios, imprima en tu alma la Imagen de la Belleza divina; y así, el Padre, al contemplarte, no vea más que a su Cristo y pueda decir: “Esta es mi hija muy amada, en quien tengo mis complacencias”.

Cuando Sabeth y Odette están en los brazos de su querida mamá, estoy segura de que se inquietan muy poco de si hace sol o si llueve. Imitemos su simplicidad.

22.- Sumergida en Dios

¿Quieres hacer conmigo un retiro espiritual de un mes hasta el 14 de septiembre? Nuestra Madre me concede ese pequeño descanso del torno. Ya no tendré que hablar y pensar, y podré sumergirme en el fondo de mi alma, o sea, en Dios.

¿Quieres hacer conmigo este movimiento tan sencillo? Cuando estés distraída en tus múltiples ocupaciones, yo trataré de compensar; y, si tú quieres, para concentrarte de nuevo, cada hora –si te olvidas, no pasa nada- entra en el centro de tu alma, allí donde mora el Huésped divino. (Cta 219).

23.- Estado de gravedad

Isabel, en medio de estos pensamientos, no se da cuenta de que su estado de salud es grave; lo minimiza cuando habla de él. Pero más adelante lo confesará a su Priora:

La oración seguía siendo el mejor remedio para mis males. Pasaba el tiempo de silencio riguroso en una verdadera agonía, que unía a la del divino Maestro, permaneciendo a su lado, cerca de la reja del coro.

Era una hora de puro sufrimiento, pero me daba fuerzas para rezar Maitines. Tenía entonces cierta facilidad para pensar en Dios; después volví a hallarme con mi impotencia, y sin ser vista gracias a la oscuridad, regresaba (mal que bien) a mi celda, apoyándome con frecuencia en la pared.

24.- Frente a la muerte

Isabel está ya convencida de que va a morir pronto. Está feliz por ver a Dios; pero siente también su pequeñez y su deseo de ser purificada por su misericordia. Escuchemos algunos ecos de su interior.

En noviembre de 1905 escribe a la señora Angles:

El gran san Pablo nos dice: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Pienso que el alma más débil, incluso la más culpable, es la que tiene más derecho a esperar; y ese acto que hace por olvidarse y arrojarse en los brazos de Dios le glorifica y le da más gozo que todos los repliegues sobre sí misma y todos los exámenes de conciencia, que la obligan a vivir con sus miserias, siendo así que posee en el centro de sí misma al Salvador, que quiere purificarla constantemente. (Cta 228).

III.- ENFERMEDAD Y RESURRECCIÓN

Abatida por la enfermedad, Isabel entra en la enfermería del monasterio del Carmelo antes de finalizar el mes de marzo de 1906. Joven moribunda de 26 años, permanecerá allí ocho meses y medio.

Al atardecer del Domingo de Ramos sufrí una crisis muy fuerte y creí que, al fin, había llegado la hora de emprender el vuelo hacia las regiones infinitas, para contemplar sin velo esta Trinidad, que fue ya mi morada aquí en la tierra.

¡Qué suave y dulce es la muerte para los que sólo lo han amado a Él; para los que, según expresión de san Pablo, no han buscado las cosas visibles porque son pasajeras, sino las invisibles porque son eternas. ¡Era tan feliz de morir carmelita! (Cta 245).

1.- Ante la muerte

Todavía tiene fuerzas para comunicar a su madre su actitud mística ante la muerte en una carta sin firmar.

Si hubiera partido para el Cielo, ¡cómo habría vivido contigo! Nunca te hubiera abandonado, y te habría hecho sentir la presencia de tu Isabelita. Como estoy segura de que me comprendes, te confesaré al oído mi gran decepción por no haber sido llevada por Aquel a quien tanto amo. Piensa lo que hubiera supuesto para tu hija pasar el día de Pascua en el Cielo.” (Cta 239).

2-. En la enfermería

Entra en marzo de 1906 y permanecerá allí hasta el 9 de noviembre, día de su muerte. Pero todavía seguirá escribiendo cartas al exterior, tanto a su familia como a las amistades de siempre. Escribe a su madre:

Si supieras qué feliz soy en la soledad de mi pequeña enfermería. Mi Maestro está conmigo, y vivimos noche y día en un dulce diálogo de corazón a corazón. Cada día aprecio más la dicha de ser carmelita; y pido a Dios por la mamaíta que me ha entregado a Él.

Desde que estoy enferma, me encuentro más cerca del Cielo; un día de estos te lo contaré todo. Mamá, preparemos nuestra eternidad, vivamos con Él, pues sólo Él puede acompañarnos y ayudarnos en ese gran paso de la muerte (Cta 242).

3. Mirando hacia lo que viene

También para su hermana Guita tendrá acentos de cercanía de la visión beatífica:

Piensa, Guita, lo que será contemplar en su luz los resplandores del Ser divino, escrutar todas las profundidades de su misterio, fusionarse con Aquel a quien se ama, cantar ininterrumpidamente su gloria y su amor, ser semejante a Él porque le veremos tal cual es.

Hermanita, sería dichosa de ir al cielo para ser tu Ángel. ¡Qué celosa será de la belleza de tu alma, ya tan amada en la tierra! Te dejo en herencia mi devoción a los Tres, al “Amor”. Vive con ellos en tu interior, en el cielo de tu alma.

El Padre te cubrirá con su sombra, imponiendo como una nube entre ti y las cosas de la tierra, para que seas totalmente suya; te comunicará su poder, para que lo ames con un amor fuerte como la muerte.

El Verbo imprimirá en tu alma, como en un cristal, la imagen de su propia belleza, para que seas pura, luminosa con su luz.

El espíritu Santo te transformara en una lira misteriosa que, en el silencio, bajo su divino toque, entonará un magnífico canto al Amor. (Cta 250).

4.- El templo interior

El 24 de mayo de ese mismo año 1906, Isabel escribe a su madre:

Durante el rezo de Maitines, escuché esta palabra en el fondo de mi alma: “Si alguno me ama, mi Padre lo amará; vendremos a él y haremos morada en él”. Y en ese mismo momento comprobé que era verdad. No sabría decir cómo se revelan las Tres Personas; pero, sin embargo, yo las veía, las veía celebrar en mí su consejo de amor, y creo que todavía las veo así. ¡Qué grande es Dios y cómo nos ama!

Puedes creer mi doctrina, pues no es mía. San Juan de la Cruz en sus cartas nos invita a vivir en “comunión” con la Santísima Trinidad: ¡qué palabra tan dulce y tan sencilla! “Basta, dice san Pablo, basta creer”. Dios es espíritu y nos acercamos a Él mediante la fe. (Cta 249).

5.- La síntesis de su vida

Isabel sigue en la enfermería y la llevan al comulgatorio que está cerca. Un día asiste incluso a la misa desde una hamaca (Cta 247). Pero a través de las cartas, escritas como puede, sigue comunicando su interior a su madre:

“Mira, san Pablo tiene una frase que es como una síntesis de mi vida y que podría rotular cada instante que vivo: “Propter nimiam charitatem” [Por el excesivo amor]”. Sí, todo ese caudal de gracias se debe a que Él me ha amado excesivamente.

Mamá querida, amémosle, vivamos con Él como con un amigo, de quien uno no se puede separar. Ya me dirás si progresas en el camino del recogimiento en la presencia de Dios. (Cta 255).

6.-- Su enfermedad

Sin duda, a resultas de una tuberculosis, Isabel sufre la enfermedad de Adison, entonces incurable: afección crónica a las glándulas renales, que no producen la cantidad suficiente de sustancias necesarias para llevar a cabo el metabolismo. Eso origina una debilidad característica: molestias gastrointestinales, náuseas, tensión baja, imposibilidad de alimentarse; todo lo cual va llevando al agotamiento total y a la muerte.

Mi estómago está siempre recalcitrante; sin embargo, fíjate, empiezo a caminar. No salgo de mi asombro, porque me encuentro más fuerte que antes, cuando ni siquiera podía sentarme. El otro día, cuando vino nuestra Madre, me encontraba muy fatigada, y le dije que me iba a morir. Me dijo que, en vez de decir esas cosas, haría muy bien en intentar caminar.(Cta 260).

10. Asemejada a su muerte

El julio de 1906 escribe al señor canónigo Angles:

¡Cuánto me agrada el pensamiento de san Pablo, que usted me ha enviado! Me parece se realiza en mí sobre esta camita, que es el altar en que me inmolo al Amor. Ruegue para que la semejanza con la imagen adorada sea cada día más perfecta: “Configuratus morti ejus” [Semejante a su muerte].

Esto es lo que me obsesiona, lo que da fuerza a mi alma en medio del sufrimiento. Si viera cómo se va desmoronando todo mi ser: se me ha abierto el camino del calvario, y soy muy feliz marchando como una esposa junto al divino Crucificado.. (Cta 261).

11.- “Mi vocación es el amor”

El día 16 de julio (1906), fiesta de la Virgen del Carmen, escribe a su hermana Guita:

Querida hermanita, tu carta ha supuesto una alegría más para mi cielo, donde te aguardo siempre conmigo. Hermanita querida, tienes que borrar de tu diccionario de amor la palabra desaliento. Cuando más sientas tu debilidad, tu dificultad para recogerte, cuando más creas que el Divino Maestro se oculta, tanto más debes alegrarte, pues entonces eres tú la que le das algo; y ¿no es mejor dar que recibir, cuando se ama?

12.- También en la debilidad

El Señor decía a san Pablo: “Te basta mi gracia, pues la fuerza triunfa de la debilidad”. Y el gran santo lo había entendido tan bien, que llegó a escribir: “Me glorío en mis debilidades, pues cuando soy débil, entonces soy fuerte porque reside en mí la fuerza de Cristo”.

Querida Guita, esta tarde, mientras te escribo, mi alma se desborda, pues siento el “desbordante amor” de mi Maestro, y quisiera pasar mi alma a la tuya, para que creas siempre en Él, sobre todo, en las horas más dolorosas.

13.- Una idea bien fija

Dos días más tarde, Isabel escribirá a su madre, repitiendo las mismas ideas, tanto en lo que se refiere a su salud como en sus más íntimos sentimientos. Está llena de gozo porque se siente íntimamente unida a Cristo en la cruz. Ha sido elegida como corredentora con él.

Mamita mía, a quien amo, no te lamentes por la dicha que me has proporcionado; sí, gracias a tu “fiat”, he podido entrar en la santa morada y, a solas con Dios solo, gustar un anticipo de ese Cielo, que atrae tanto a mi alma. Esta noche, nuevamente he ofrecido el sacrificio que hiciste hace ahora cinco años. (Cta 259),

14.- Dos trataditos

A pesar de esta situación difícil por su salud, la vida espiritual de Isabel es muy intensa. Y en la mitad del mes de agosto de 1906 quiere dar una sorpresa a su querida hermana Guita y escribe su primer tratadito espiritual “El Cielo en la fe”. Es un mosaico de citas que forman un ábside muy personal. Utiliza a menudo textos del místico flamenco Ruysbroek y del doctor místico Juan de la Cruz.

Días más tarde, el 15 de agosto, comienza un retiro espiritual. A petición de la Madre Germana, toma cada día notas en un cuaderno que constituirá su hermoso tratado “Últimos Ejercicios”. Con sólo ofrecernos su contemplación de la Palabra revelada, esas páginas logran una verdadera densidad autobiográfica. Isabel no habla teóricamente de la teología o de la mística, sino que ofrece un testimonio: “el alma” es ella misma.

15.- Anuncia así sus “Últimos Ejercicios”:

Voy con la Santísima Virgen en la tarde de la fiesta de la Asunción, a prepararme para la vida eterna. Nuestra Madre me ha hecho mucho bien al decirme que estos Ejercicios iban a ser mi noviciado del cielo; y que el ocho de diciembre, si la Santísima Virgen me encuentra preparada, me revestirá con el manto de gloria.

El Cielo me atrae cada vez más: entre mi Maestro y yo no hay más tema que éste: toda su ocupación es prepararme para la vida eterna (Cta 272). He aquí todo lo que voy a aprender: la conformidad, la identidad con mi Maestro adorado, el Crucificado por amor (Misivas 17).

16.-Mi vivir es Cristo

Esta es la obra realizada por Cristo en toda alma de buena voluntad, la obra que su ”excesivo” amor le impulsa a realizar en mí. Él quiere ser mi paz, a fin de que nada pueda distraerme ni obligarme a salir del alcázar inexpugnable y pacificado en su presencia, como si mi alma estuviese ya en la eternidad.

Él pacificará por la sangre de su Cruz todas las cosas en mi pequeño cielo, para que sea verdaderamente el reposo de los Tres. Me llenará de Él, me sepultará en Él, me hará revivir con Él su vida: “Mihi vivere Christus est” [Mi vivir es Cristo].

Entonces quedaré totalmente transformada en Él y podré exclamar: “¡Ya no vivo yo, es mi Maestro quien vive en mí!” Y seré “santa, pura e irreprochable” a los ojos del Padre (Últimos ejercicios, p. 183).

17.-- Con María la Virgen

Isabel sigue reflexionando:

[María] está junto a la Cruz, de pie, llena de valor y fortaleza; y mi Maestro me dice: “Ecce Mater tua” (He ahí a tu Madre). Me la da por Madre. Ahora que Él se ha marchado a la Casa del Padre y me ha puesto en su lugar sobre la cruz para que “complete en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo que es la Iglesia”, la Virgen permanece a mi lado, para enseñarme a sufrir como Él; para decirme y hacerme comprende los últimos momentos de Cristo, que nadie como ella, su Madre, ha podido percibir. (Últimos ejercicios, p. 190).

18.- Una obsesión

“Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo que es la Iglesia”. Este era el secreto de la felicidad del Apóstol [Pablo]. A mí también me obsesiona esta idea y te confieso que me produce un gozo íntimo y profundo pensar que Dios me ha escogido para asociarme a la pasión de su Hijo. Así, este calvario que voy subiendo fatigosamente día a día, me parece más bien el camino de la felicidad.. (Cta 276).

19.-No al sufrimiento por el sufrimiento

Querida mamá, voy sacando ya gusto a mi amado Calvario y pido a mi Maestro que coloque mi tienda junto a la suya. Estoy meditando la Pasión; y, cuando uno se da cuenta de todo lo que ha sufrido por nosotros en su corazón, en su alma y en su cuerpo, se siente una gran necesidad de devolverle todo eso. Una quisiera sufrir todo lo que Él padeció.

Esto no significa que ame el sufrimiento por el sufrimiento; si lo amo es porque me asemeja al que es mi Esposo y mi Amor. Mira, esto deja en el alma una paz tan dulce, una alegría tan profunda, que se terminan por contagiar de esta alegría todas las contrariedades. (Cta 284).

20.- Abandonada a Él.

Isabel está en el colmo del sufrimiento, pero lo esconde a su familia. Sin embargo, no oculta nada a su Priora:

Vuestra pequeña” Alabanza de gloria” no puede dormir; sufre mucho; pero en su alma, aunque esté presente la angustia, hay también mucha calma. Ha sido precisamente su visita la que me ha traído esta paz del Cielo. Mi corazón necesita decíroslo, y en tierno agradecimiento ruega y sufre incesantemente por usted.

Mi Maestro me ha recordado que ésta es mi posada y que no debía escoger yo mis sufrimientos. Me abandono a Él en medio del dolor inmenso, de la pena y de la angustia (Misivas 23).

21-. Transformada en Jesús Crucificado

Las cartas de octubre ponen su ideal de transformación, su sufrimiento y su felicidad en Jesús Crucificado. Escribe también una serie de cartas-testamento, en las que habla de su misión póstuma:

Antes de morir, espero ser transformada en Jesús crucificado. Esto me da fuerzas en medio del sufrimiento. Hermanita, no debería existir otro ideal para nosotros, sino el de conformarnos con este Modelo divino. Si tuviésemos siempre los ojos orientados hacia Él, un gran fuego nos empujaría al sacrificio, al desprecio de nosotros mismos (Cta 286).

22.- Con el sello del amor.

Querida Antonieta, a la luz de la eternidad, el alma ve las cosas en su verdad. ¡Qué vacío resulta todo lo que no se ha hecho por solo Dios! Te ruego que grabes toda tu vida con el sello del amor. Sólo eso permanece. La vida es algo muy serio; se nos da cada minuto para arraigarnos más en Dios, según expresión de san Pablo, para que la semejanza con nuestro divino Modelo sea más patente, y la unión más íntima.

Pero para realizar este plan, que es el de Dios, este es el secreto: olvidarse, abandonarse, no tomarse en cuenta, mirar al Maestro, mirarle solamente a Él, recibir como un regalo de su amor la alegría y el dolor: esto lleva al alma a alturas serenas.(Cta 287),

23.- Su misión

Presiento que mi misión en el cielo consistirá en atraer a las almas, ayudándolas a salir de sí mismas, para unirse al Señor por medio de un movimiento sencillo y amoroso; y conservarlas en ese gran silencio interior que permite a Dios imprimirse en ellas, transformándolas en Él mismo. (Cta 295).

24.-Los últimos días

El 30 de octubre, Isabel coloca sobre su corazón el Cristo de su profesión y dice: “¡Nos hemos amado tanto!”. Su cuerpo, extenuado, no puede más. Se acuesta definitivamente. Al atardecer, un gran temblor la sacude. El día siguiente recibe por segunda vez la Unción de los enfermos y el Viático.

Los días siguientes, conserva su lucidez; pero sus ojos, inyectados de sangre, están casi siempre cerrados. Sufre mucho. De vez en cuando habla. Da gusto a las hermanas. Ya no puede comulgar, pero dice: Lo encuentro en la cruz; ahí es donde me comunica la vida. Estoy dispuesta, si así lo deseas, a continuar 30 ó 40 años. Agota toda mi sustancia para tu gloria; que se destile gota a gota para tu Iglesia. Voy a la Luz, al Amor, a la Vida.

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