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EL CREYENTE ES ALMA ENAMORADA

 

La síntesis teológica y espiritual de la obra sanjuanista se construye a partir de la vida teologal. Siete momentos encontramos en su experiencia y doctrina, aunque la realidad, la vida, es simultánea.

 

1) Unión del hombre con Dios: Dios y el hombre en primer término, relacionados en comunión total de amor.

 

2) En Jesucristo: realización suprema de la unión Dios-hombre, mediación ascendente y descendente, personal.

 

3) Por fe-amor-esperanza: formas y actuaciones de la unión misma, inmediata, comunicación de Dios, acogida del hombre, en Cristo.

 

4) En las mediaciones: la unión asume la mediación subjetiva e histórica, sin por ello perder su inmediatez y trascendencia.

 

5) A través de renuncia y noche: la unión del hombre temporal con Dios infinito conlleva la exigencia de depuración y trascendencia.

 

6) Proceso largo y accidentado: es vida y desarrollo orgánico en el tiempo, de creciente comunión y ruptura.

 

7) Hasta la plena transformación: meta de las aspiraciones, la igualdad de amor, con relativa plenitud, abierta a gloria.

 

Sería demasiado pretencioso intentar la presentación de toda la obra y pensamiento de Juan de la Cruz en un solo día, aunque nos empeñaremos en tener una visión de conjunto. Para ello, hoy lanzaremos una mirada panorámica, sin bajar a muchos detalles, desde la perspectiva del ser humano. ¿Cómo mira el místico a la persona humana?. ¿Quién es?. ¿Cómo lo define o qué dice?

No hay un verdadero discurso sobre Dios que no hable de la persona humana. "No podemos formular un enunciado acerca de Dios, que no hable al mismo tiempo con sentido acerca del hombre. Y viceversa" (Schillebeekx). Con bastante unanimidad se ha hablado del eclipse o muerte de Dios como principio del eclipse o muerte del ser humano. Dios no es obstáculo para nuestro crecimiento sino posibilidad para la persona humana. En nuestra experiencia de Dios, está en juego la visión de nosotros mismos. "Hoy ya no podemos pensar ni hablar de Dios sino como quien da sentido y salva al hombre" (M. Herraiz)

 

De Juan de la Cruz decían sus contemporáneos que "hablaba siempre de Dios". Nosotros podríamos decir que "hablaba siempre de la persona humana". Para un místico, testigo cualificado de Dios, la causa de Dios, es fundamental. Dios es su pasión. Hemos de intuir que también lo será la causa del ser humano. El místico anima a centrarse y concentrarse en Dios porque "Fuera de Dios todo es estrecho" (Cta. 13). Dios, lejos de empobrecerle, da a la vida humana dimensiones de infinitud y trascendencia.

 

Ser creyente es ser "alma enamorada", persona tocada por Dios, seducida, ganada... Ser creyente no es tener conceptos claros, ideas (ideología), ni cumplir perfectamente las normas morales. Con sólo ideas, aunque sean muy bonitas y profundas, no se ama; y la ley, ser "buenos cumplidores", quita alegría a nuestra vida y, muchas veces, nos vuelve gente orgullosa y de duro corazón. Es curioso observar que Juan hace profundos análisis psicológicos señalando lo negativo a dejar, destruir: "vaciar", "desnudar", "negar", "renunciar", "enajenar" "aniquilar", y otras muchas palabras de significado parecido; sin embargo, no habla de pecado y de normas morales. Le interesa la persona "en camino", el enamorado que desea la consumación de amor, la historia de amistad de Dios y la persona.

 

El creyente es alguien enamorado, "amoroso". El amor guía sus pasos dándole valor, coraje, generosidad, confianza...

En un primer momento, con una exposición, trataremos de las dimensiones fundamentales de la existencia humana. Luego, trabajaremos unos textos por grupo y entre todos intentaremos dibujar el camino que recorre el ser humano desde que sale de Dios hasta regresar a la plenitud de comunión con Dios.

 

I.- El misterio de la persona humana

 

Somos un misterio para nosotros mismos. La realidad más íntima, el sentido último y definitivo de la vida ordinariamente se nos escapa de las manos. Los místicos viven el misterio del ser humano con una clarividencia muy particular y gran profundidad. El pensamiento de Juan de la Cruz sobre la persona lo podemos resumir en cuatro puntos?

 

1 .-La persona humana tiene una dignidad especial por ser "imagen de Dios", y Dios habita en su "alma". 

2.- Ofrece una visión del ser humano profundamente unitaria, dentro de un esquema dicotómico, pero no dualista

3 .-El ser humano se realiza abriéndose a Dios y encontrándose con Él

4 .-Es un "ser para Dios". Creados para la comunión con Dios

1- Antropología humanista. Valoración de la persona

 

Su pensamiento se basa en los siguientes principios propios de la antropología cristiana:

* El ser humano es el valor supremo de la creación.

* No es uno más entre los seres creados. Difiere cualitativamente de los demás seres. Es el más valioso de la creación

* En consecuencia, el "sujeto", "la persona", "la libertad", etc. son absolutamente prioritarios y hay que anteponerlos al "sistema", "estructuras", "sociedad", etc.

* La historia no es producto de leyes biológicas, estructurales o sociales, sino obra de la responsabilidad del ser humano1.

 

La doctrina que mejor responde con estos principios es la que se fundamente en "la imagen de Dios y en la idea del "alma" como lo más irrenunciablemente humano de la persona. En ambas fundamenta Juan de la Cruz su concepción del ser humano.

 

a) "Imagen de Dios". Dignidad humana

 

La expresión "imagen de Dios" no es muy frecuente en su obra, pero tiene profundas resonancias en todos sus escritos. Recogemos aquí algunas de sus afirmaciones sobre la dignidad humana, su condición de interlocutor de Dios, su dominio sobre la creación, la hermosura del alma, la presencia renovadora de Dios en ella, su condición de esposa.

 

* Al ser "imagen de Dios" el ser humano tiene una dignidad especial, casi sacra: "en sí es una hermosísima y acabada imagen de Dios"(1 S 9,1 )2. Desde el momento de la creación, Dios ha dejado imborrablemente impresas sus huellas en nosotros y está siempre presente, imprimiendo su ser: "Dios en cualquier alma, aunque sea la del mayor pecador del mundo, mora y asiste sustancialmente" (2S. 5,3). "Está Dios siempre en el alma dándole y conservándole el ser natural de ella con su asistencia" (2S. 5,4). "Dios siempre se está así como el alma lo hecha de ver, moviendo, rigiendo y dando ser y virtud y gracias y dones a todas las criaturas, teniéndolas en sí virtual y presencial y sustancialmente" (Ll. 4,7; cf. Ll. 4,14; C. 11,3). Esta es la razón más profunda de la identidad humana. El ser de la persona permanece aún cuando llegue a perder la gracia y aún en el caso de que llegue a la máxima degradación, porque continúa siendo imagen de Dios por el hecho mismo de existir.

 

* Más aún, estamos creados y llamados a reproducir el misterio de la Trinidad y a llegar a su plenitud en la unión esponsal. Los Romances sobre la creación describen el proyecto de Dios al crear seres inteligentes, capaces de conocer y amar las maravillas de Dios y de tomar parte en la vida trinitaria. Todo ello se lleva a cabo en Cristo, en el Hijo, que hace partícipe a la persona de su filiación y la eleva a la dignidad o condición de esposa del Verbo y de la misma Trinidad.

 

* Estamos llamados a perfeccionar esta "imagen de Dios" que ya somos en una comunión de amor esponsal. Es nuestra vocación, para ello fuimos creados. La perfección de esta imagen culmina en la transformación en Dios, por la que el alma aspira en el Padre y el Hijo al Espíritu Santo: "En la transformación que el alma tiene en esta vida, pasa esta misma aspiración de Dios al alma y del alma a Dios... Y en esto es semejante el alma a Dios, y para que pudiese venir a esto la crió a su imagen y semejanza" (C 39.4).

 

Ser "imagen de Dios" define el ser humano:

* la dignidad humana, su verdadera consistencia y su más profunda identidad;

* el carácter único del ser humano, su singularidad dentro de los demás seres de la creación, su condición de valor absoluto e intangible;

* su condición inmanente y trascendente, al mismo tiempo, respecto a la creación: que está llamado a dominarla y a trascenderla, poseer y renunciar, Todo y Nada...

 

b) "Alma-Espíritu"

El uso de estos términos en San Juan de la Cruz es particularmente denso y, al mismo tiempo, complejo. Tienen múltiples significados e interpretaciones3. Para lo que nos interesa a nosotros aquí -exponer la dimensión "humanista" de la antropología sanjuanista- nos basta saber que para él:

 

* El alma es el más profundo centro de la persona, el fondo de su ser, su íntima sustancia, "aquello que es más profundo, lo más radical, lo más oculto"(J. Maritain).

* Decir que la persona humana tiene "alma" es afirmar que tiene capacidad de interioridad, es el único ser de la creación que posee esta dimensión de interioridad. Estamos dotados de un mundo interior, en el que hay que zambullirse, si queremos ser realmente humanos; ahí nos encontramos con nuestra realidad más íntima, con nuestro misterio más hondo.

* Por eso, el ser humano no puede ir por la vida sin resonancias de interioridad y sin percatarse de lo que acontece a su alrededor.

* Pero todavía hay algo más que caracteriza ese mundo interior de la persona, ese centro y sustancia del ser humano: ahí habita Dios: "La sustancia del alma tiene un centro, que es Dios, y un fondo, que es Dios; hace crecer sus raíces hasta Dios; hay en ella algo aún más interior, más íntimo aún, más secreto, oculto, silencioso, que es también Dios. La sustancia del alma es su realidad concreta y experimentada en su dependencia ontológica de Dios"*. "La íntima sustancia del alma" o "la sustancia del espíritu" es el lugar donde se esconde Dios (C 1,6).

* Por eso el encuentro con el propio misterio personal es, en definitiva, el encuentro con el misterio de Dios. Siempre, relacionado con el misterio humano aparece el misterio de Dios. De ahí que sólo pueda ser interpretado y valorado adecuadamente en el horizonte de lo divino.

* En lo más profundo somos un ser espiritual, abierto hacia lo otro, hacia lo trascendente, hacia el Absoluto. En definitiva, capacitados para vivir en referencia y en relación con Dios.

Concluyendo:

* la verdadera comprensión de la persona y de su dimensión "humanista" es inseparable de su condición teologal, esto es, de su relación personal con Dios;

* esta relación, aparte de ser gracia, radica en el mismo ser de la persona humana, abierta a la trascendencia y con capacidad para recibirla.

* Al ser imagen de Dios, la persona es el valor absoluto, el ser supremo, frente a toda otra realidad histórico-política-social. Por eso tiene repercusiones ético-políticas. El teólogo y el místico, al defender el concepto de alma, no están defendiendo sólo una causa teológica o religiosa, sino la causa del hombre.

Con frecuencia se ha propuesto la espiritualidad sanjuanista como una espiritualidad desencarnada y des-humanizadora; en definitiva, antihumanista. La profundidad de su doctrina sobre el alma precisamente desautoriza esta interpretación.

2.- Visión unitaria del ser humano: dicotómica pero no dualista

 

Lo anterior puede dar la impresión de que la dimensión "humanista" de la antropología sanjuanista depende exclusivamente de la concepción espiritual del ser humano, garantizada por la idea de "alma". ¿Qué ocurre entonces con la dimensión corporal?. Es el problema de la relación alma-cuerpo, espíritu-materia.

 

a) Integración de elementos

 

La visión que San Juan de la Cruz nos da del ser humano es mucho más unitaria de cuanto a primera vista puede parecer. Su pensamiento está cercano al dato bíblico, que acentúa la unidad psicofísica del compuesto humano. Usa el esquema dicotómico cuerpo-alma y no cae en dualismos.

El ser humano no es un compuesto de alma y cuerpo, de espíritu y materia, considerados como sustancias separadas. Ni puede decirse que seamos alma o cuerpo; ni alma y cuerpo; sino alma encamada y corporeizada o corporeidad anímica o cuerpo animado; es decir, una realidad única que llamamos "persona".

 

Somos alma y a la vez cuerpo. Es alma en cuanto dotada de interioridad; somos cuerpo en cuanto que esa interioridad se visíbiliza, se comunica y se despliega históricamente en el tiempo y en el espacio.

 

Habla de la "unión del alma con el cuerpo" (Ll. 1, 29) como razón definitiva de la personalidad y para subrayar la interdependencia o interacción entre el sentido y el espíritu, entre la parte inferior y la parte superior. Afirma insistentemente en la unidad de la persona aunque tengan diversidad de operaciones: cuerpo = parte sensual-sensitiva (sentido); alma = porción superior = parte racional-espiritual (espíritu)

 

Así, por ejemplo, si en las comunicaciones de Dios padece "la carne y, por consiguiente, el alma en la carne", es "por la unidad que tienen en un supuesto" (C 13, 4). Si no es posible purificar totalmente el sentido hasta que no se purifique el espíritu, se debe al mismo principio: "por la comunicación que hay de la una parte a la otra, por razón de ser un solo supuesto" (2N 1,1). Sentido y espíritu "están comiendo, cada uno a su manera, de un mismo manjar espiritual en un mismo plato de un solo supuesto y sujeto" (2N 3,1).

 

Su lenguaje simbólico es mucho más expresivo. Bajo tres alegorías presenta la unidad personal: "el caudal del alma", "la montiña", "la ciudad y sus arrabales"

 

- "El caudal del alma" comprende al ser humano entero en su ser natural, compuesto de alma y cuerpo, y con su complejo mecanismo: parte sensitiva, parte racional o espiritual, habilidad natural y racional. A propósito de los versos "Mi alma se ha empleado, I y todo mi caudal, en su servicio", comenta:

"Por todo su caudal entiende aquí todo lo que pertenece a la parte sensitiva del alma; en la cual parte sensitiva se incluye el cuerpo con todos sus sentidos y potencias, así interiores como exteriores, y toda la habilidad natural, conviene a saber: las cuatro pasiones, los apetitos naturales y el demás caudal del alma; todo lo cual dice que está ya empleado en el servicio de su Amado, también como la parte racional y espiritual del alma que acabamos de decir en el verso pasado" (C 28.4; cf. n. 3).

- "La Montiña" es un concierto natural en que se mueven las diversas zonas (inferior y superior) de la persona en su actividad psíquica. Al verso "Y no aparezca nadie en la montiña", escribe:

"Porque para este divino ejercicio interior (de las virtudes) es también necesaria soledad y enajenación de todas las cosas que se podrían ofrecer al alma, ahora de parte de la porción inferior, que es la sensitiva del hombre, ahora de la parte de la porción superior, que es la racional, las cuales dos porciones son en que se encierra toda la armonía de las potencias y sentidos del hombre, a la cual armonía llama aquí montiña" (C16,10)

- "La ciudad y sus arrabales" designa a la persona como una gran ciudad, en la que cabe distinguir dos partes: una más interior, equivalente al casco de la ciudad; otra más exterior, que asemeja a los arrabales de la misma:

"Los arrabales de ella son los sentidos sensitivos interiores, como son la memoria, fantasía, imaginativa... Lo que se llama ciudad en el alma es allá lo de más adentro, es a saber, ¡aparte racional, que tiene capacidad para comunicar con Dios" (C 18,7).

 

b) Pluralidad de relaciones o interdependencias

 

Dentro de la visión unitaria de la persona, hay multiplicidad de relaciones, porque la persona human es esencialmente relación o diálogo: relación con las cosas, consigo misma, con los demás y con Dios.

 

Con la misma fuerza con que proclama la unidad de la persona, afirma también la intercomunicación de la parte sensitiva y espiritual. Existe entre ellas una continua interacción e interdependencia. Entre las dos "porciones", se da natural e inevitable comunicación:

 

"Porque hay natural comunicación de la gente que mora en estos arrabales de la parte sensitiva..., con la parte superior, que es la ciudad, de tal manera que lo que se obra en esta parte ordinariamente se siente en la otra más interior, que es la razón" (C 18.7).

 

Comunicación natural, que es forzosa e inevitable. Ninguna de las dos partes puede actuar de manera autónoma e independiente. Tal es nuestra condición como espíritu encarnado o corporeizado, llevada hasta las últimas consecuencias.

 

Apuntamos brevemente las manifestaciones fundamentales de esa interdependencia:

- Interdependencia entre la parte inferior y la superior. Esto hace que la "natural comunicación" de la parte sensitiva incida en "la otra más interior, que es la razón" (C 18, 7).

 

La persona no alcanza su equilibrio y perfección, mientras "no ponga rienda y silencio a todas las pasiones y potencias, así sensitivas como espirituales" (C 19, 1). Ello se consigue cuando la parte sensitiva, "reformada y purificada", está "conforme a la espiritual, de manera que no sólo no estorbe, mas antes se aune con el espíritu participando de sus bienes" (C 40,1).

- Interdependencia entre los sentidos y la razón (conocimiento). No hay conocimiento natural sin el concurso del sentido y de la razón (C 19,5). Todo llega al entendimiento por "los arcaduces" de los sentidos. Otra cosa es el conocimiento místico, que comporta de ordinario comunicación de verdades "desnudas de formas y accidentes".

- Interdependencia entre conocimiento y amor. Es constante en todo el itinerario espiritual.

 

Vamos conociendo y creciendo el amor y añorando conocer más para amar más:

"...el alma que de veras ama a Dios con amor de alguna perfección, en la ausencia padece ordinariamente de tres maneras,... Acerca del entendimiento dice que adolece, porque no ve a Dios, que es la salud del entendimiento,... Acerca de la voluntad dice que pena, porque no posee a Dios, que es el refrigerio y deleite de la voluntad,... Acerca de la memoria dice que muere, porque, acordándose que carece de todos los bienes del entendimiento, que es ver a Dios, y de los deleites de la voluntad, que es poseerle, y que también es muy posible carecer de él para siempre entre los peligros y ocasiones de esta vida, padece en esta memoria sentimiento a manera de muerte, porque echa de ver que carece de la cierta y perfecta posesión de Dios, el cual es vida del alma, ...(C2, 6);

"...cualquier alma que ama de veras no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios; porque todas las demás cosas no solamente no la satisfacen, mas antes, ...le hacen crecer el hambre y apetito de verle a él como es. Y así, cada vista que del Amado recibe de conocimiento o sentimiento, u otra cualquier comunicación... es aumentándole y despertándole más el apetito, así como hacen las meajas en grande hambre), haciéndosele pesado entretenerse con tan poco (C 6, 4; cf. 26, 8; etc.).

"...aquel espíritu de amor que causa en el alma este vuelo de contemplación... causado por... el Espíritu Santo, que es amor,... porque de la contemplación y noticia que a este tiempo tiene de Dios le procede.....(C 13, 11) "...en el amante el amor es llama que arde con apetito de arder más.... esto ha de procurar el buen enamorado que no falte, pues por ese medio... moverá más...a que Dios le tenga más amor y se recree en más en su alma" (C. 13,12)

 

Y en las más altas cumbres de la experiencia mística ya no habla de conocimiento y amor, sino noticia amorosa (C 36 y 38).

 

Las consecuencias de esta interdependencia son determinantes:

* no se da purificación del sentido mientras no se realiza la del espíritu: "Se han de purgar cumplidamente estas dos partes del alma, espiritual y sensitiva, porque la una nunca se purga bien sin la otra, porque la purgación válida para el sentido es cuando de propósito comienza la del espíritu" (2 N 3,1).

* no sólo interdependencia e intercomunicación de las partes constitutivas de la persona; se trata de lograr "la armonía de potencias y sentidos" (C 25, 11). Esta armonía se remonta a los orígenes, por cuanto así de conjuntado salimos de las manos del Creador: "Y así, la palomica... vuelve ahora al arca de su Dios blanca y limpia como salió de ella en la creación" (CA33,3;cf.CA37.5).

* La desarmonía y desequilibrio se produce cuando la persona no respeta su orientación hacia Dios como fin último, para el que fue creado. Por eso, a la armonía natural, contrapone el desorden moral. Hay que entrar en un proceso purificativo para recuperar la armonía, el orden. Obsérvese que para él mortificar es sinónimo de "poner orden". Será necesaria una purgación sensitiva, que acomode el sentido al espíritu, y otra purgación espiritual, que disponga el espíritu para la unión con Dios. Su pretensión, con todo este proceso de purificación, es la integración de la persona humana en la perfecta unidad que le corresponde.

 

3.- El ser humano se realiza abriéndose a Dios y encontrándose con Él  Traza un proyecto de realización humana, que culmina en la trascendencia y encuentro personal con Dios. Toda su concepción del ser humano y todo su proyecto espiritual finaliza en la trascendencia y el encuentro con Dios, un "TU". Es lo que llamamos la utopía total del hombre.

 

En la visión cristiana del ser humano, la dimensión trascendente y teologal es básico e irrenunciable. "La razón más alta de la dignidad humana" (Vaticano II, GS.19). "El hombre, que cree en Cristo, a pesar y dentro de su condición de criatura, y aunque de si y por sí se reconozca originariamente pecador, debe entenderse a sí mismo como llamado históricamente por Dios a participar de la más propia e íntima vida de Dios"

En teología hay diferentes modos de explicar esta tendencia de la persona humana a su fin último. Para Juan la persona es esencialmente relación a Dios. El amor de Dios le solicita, provoca, invita, de manera que sólo en el seno de este amor se encuentra y se siente satisfecha.

 

a) Su pasión por la trascendencia

 

El ser humano está hecho para la relación. Nos sentimos satisfechos y realizados cuando somos capaces de relación interpersonal, dialogal y de amistad. Y lo más característico de esta relación es la autodonación personal o entrega de uno al otro y la comunicación de pensamiento y amor.

La relación interpersonal yo-tú no se agota en el ámbito de una relación humana finita. Existe en el ser humano la tendencia radical e incoercible hacia la comunicación personal ilimitada, hacia el TU absoluto, que es Dios. "En el contacto con un tú, cualquiera que sea, sentimos pasar el soplo de ese TU, esto es, de la vida eterna"{M. BUBER)

 

El místico afirma con mucha fuerza que, a pesar de la grandeza y hermosura de todas las relaciones con el mundo material y finito (cf. C. 7), la persona se siente insatisfecha en el marco de sus relaciones y vive la tensión del encuentro supremo con Dios, busca "la igualdad de amor".

El conocimiento y relación que mantiene con los demás le dejan profundamente insatisfecho y le remiten a una relación superior, capaz de colmar sus ansias de verdad y de amor plenos:

 

"En esta presente (canción) da a entender (el alma) estar llagada de amor a causa de otra noticia más alta que del Amado recibe por medio de las criaturas racionales..., las cuales son ángeles y hombres. Y también dice que no sólo eso, sino que también está muriendo de amor a causa de una inmensidad admirable que por medio de estas criaturas se le descubre, sin acabársele de descubrir, que aquí llama no sé qué. porque no se sabe decir, por ello es tal. que hace estar muriendo al alma de amor" (C. 7,1).

"Allende de lo que me llagan estas criaturas en las mil gracias que me dan a entender de ti, es tal un no sé qué que se siente quedar por decir, y una cosa que se conoce quedar por descubrir, y un subido rastro que se descubre al alma de Dios quedándose por rastrear, y un altísimo entender de Dios que no se sabe decir, que por eso lo llama no sé qué, que si lo otro que entiendo me llaga y hieres de amor, esto que no acabo de entender, de que altamente siento, me mata" (c. 7,9).

 

Esto textos son un claro exponente de la dimensión trascendente del ser humano, a partir de su misma estructura relaclonal. La misma perspectiva se halla en todas sus obras como un permanente reclamo a la trascendencia: "En la Subida y en la Noche se describe el movimiento de trascendencia en que el hombre, mediante purificaciones progresivas que afectan primero a los sentidos y después al espíritu, sale de un modo de vivir ocupado y vertido al mundo material a un modo nuevo de actividad". "El tema del Cántico y la Llama es el mismo: el movimiento místico de trascendencia hacia Dios, pero varía el ritmo del pensamiento. Ahora el acento no se pone en las grandes etapas purgativas: la noche del sentido y del espíritu, sino en el desarrollo de la tensión del amor que mueve a la persona humana hacia Dios"

Y el espíritu humano tiene "capacidad infinita" para recibir amor. Lo dice con lenguaje poético y penetrante, al comentar la canción 3a de Llama, en su verso "las profundas cavernas del sentido":

 

"Estas cavernas son las potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad, las cuales son tan profundas cuanto de grandes bienes son capaces, pues no se llenan con menos que infinito. Las cuales, con lo que padecen cuando están vacías, echaremos en alguna manera de ver lo que se gozan y deleitan cuando de Dios están llenas". Y "como son profundos los estómagos de estas cavernas, profundamente penan, porque el manjar que echan menos también es profundo, que, como digo, es Dios" (Ll 3,18).

"Es, pues, profunda la capacidad de estas cavernas, porque lo que en ellas puede caber, que es Dios, es profundo de infinita bondad; y así será en cierta manera su capacidad infinita, y así su sed es infinita, su hambre también profunda a infinita, su deshacimiento y pena es muerte infinita. Que, aunque no se padece tan intensamente como en la otra vida, pero padécese una viva imagen de aquella privación infinita, por estar el alma en cierta disposición para recibir su lleno.... pues cuanto mayor es el amor, es tanto más impaciente por la posesión de su Dios, a quien espera por momentos de intensa codicia" (Ll 3,22).

 

Esta "capacidad de infinito" produce en el espíritu humano una dolorosa tensión, un ansia, un anhelo del Bien infinito. Pero, en definitiva, es Dios mismo el que genera esta tensión en el alma; pues, "si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella; y si ella le envía a él sus amorosos deseos..., él a ella le envía el olor de sus ungüentos, con que la atrae y hace correr hacia él" (Ll 3.28).

 

De este modo viene a decir que el espíritu humano anhela el Infinito -Dios- porque es capaz de proyectarse al Infinito, porque es capaz de vivir vida de Dios, no por sus sueños ideales y proyecciones psicológicas. En lo hondo de nuestro ser -en el "centro"- estamos poseídos por el Infinito, atraídos y dominados por Dios.

 

El alma "con ansias, en amores inflamada" (N 1), "sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía" (N 3), sale tras el que le "esperaba quien (ella) bien sabía, en parte donde nadie parecía" (N 4). Por eso "gime", se siente "herida", "llagada", "adolece", "pena y muere" (C 1-2). En esta dolorosa situación el alma se siente morir, "no viviendo donde vive", acosada por "las flechas del Amado" (C 8). Tiene el corazón "robado" (C 9) y está en "enojos" porque no se le acaba de dar lo que desea (C 10). Está con "dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura" (C 11)... Las primeras canciones de Cántico son una búsqueda ansiosa (canciones 1-11), que se resuelve en el encuentro de amor (canciones 13-21) y en la unión plena (canciones 22-35) y que culmina en ansias de gloria y de encuentro definitivo con el Amado (canciones 36-40).

Los poemas de la Noche y del Cántico, completados con los comentarios, son buenos exponentes, con imágenes como la piedra que tiene a su centro:

"Sintiéndose el alma con tanta vehemencia de ir a Dios como la piedra cuando se va llegando a su centro, y sintiéndose también estar como la cera que comenzó a recibir la impresión del sello y no se acabó de figurar, y, demás de esto, conociendo que está como la imagen de la primera mano y dibujo, clamando al que la dibujó para que la acabe de pintar y formar, teniendo aquí la fe tan ilustrada, que la hace visear unos divinos semblantes muy claros de la alteza de su Dios, no sabe qué se hacer sino volverse a la misma fe, como la que en sí encierra y encubre la figura y hermosura de su Amado, déla cual ella también recibe los dichos dibujos y prendas de amor" (C12, 1).

 

b) Dios "engrandecedor" del ser humano

 

La persona se realiza en la relación, en el diálogo y encuentro personal12 con Dios. Creado para la unión con El. En la relación con el TU Absoluto y de su unión con Él adquieren solidez, firmeza, la relación con las otras personas, con el mundo y las criaturas, y encuentra el armónico desarrollo de su ser personal.

 

Cuando alcanza las más altas cumbres de la transformación y de unión, de santidad, la persona llega al "conocimiento de las criaturas y de la ordenación de ellas" (C. 39,2). "Echa alíí de ver el alma cómo todas las criaturas de arriba y de abajo tienen su vida y duración y la fuerza en él...;las conoce mejor en su ser que en las cosas mismas... Y éste es el deleite grande...: conocer por Dios las criaturas, y no por las criaturas a Dios; que es conocer los efectos por su causa y no la causa por los efectos, que es conocimiento trasero y esotro esencial" (Ll. 4,5)

 

Pero Dios no se identifica con objeto alguno, aunque fuera el más importante de todos. Todo lo que conocemos "comparado con Dios" es muy poca cosa. Es esencialmente trascendente, es mucho mayor, más hermoso, más bueno... que todo lo conocido. Esto explica el proceso de despojo y purificación que caracteriza el itinerario espiritual en las obras Subida y Noche "El fin de Dios es engrandecer al alma..., ensánchala y deleítala" (Ll. 2,3).

Cuando el ser humano se "derrama" -vive dispersa, distraída- en las criaturas, pierde tiempo y dignidad. .¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos, y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y gloria, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes, hechos ignorantes e indignos" (C 39,7).

 

Las fuertes purificaciones, la dureza de las noches, el lenguaje utilizado podría hacer pensar que plantea un estilo de vida excesivamente duro, destructor de todo lo humano. Para un místico "Dios es engrandecedor" y promotor del ser humano, es percibido incluso como "servidor": Dios "se sujeta a ella verdaderamente para la engrandecer, como si él fuese su siervo y ella fuese su Señor. Y está tan solícito en la regalar, como si él fuese su esclavo y ella fuese su Dios" (C. 27,1 ).Y lo hace rompiendo la estrechura y finitud por la llama que la embiste, hasta que la dilate y ensanche y la hace capaz (cf. Ll 1,23) de recibir a Dios mismo en la participación de vida más realmente personal.

 

No es pura teoría este Dios "engrandecedor" humano y plena realización de sus aspiraciones, sino experiencia del místico que describe el final del camino, la meta del proceso con estas palabras: "siente a Dios aquí tan solícito en regalarla.... y de engrandecerla con unas y otras mercedes, que le parece al alma que no tiene otra en el mundo a quien regalar, ni otra cosa en que se emplear, sino que todo es para ella sola" (Ll 2, 36). "¿Quién podrá decir hasta dónde llega lo que Dios engrandece un alma cuando da en agradarse de ella? No hay poderlo ni aun imaginar; porque, en fin, lo hace como Dios, para mostrar quién él es. Sólo se puede dar algo a entender por la condición que Dios tiene de ir dando más a quien más tiene, y lo que le va dando es multiplicadamente según la proporción de lo que antes el alma tiene,..." (C 33,8).

 

En la cumbre de esa experiencia pone en boca de Dios estas palabras: "Yo soy tuyo y para tí, y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a tí" (Ll 3,6).

 

Dios es el tú de la persona. No podemos comprendemos a nosotros mismo al margen del tú divino. La relación con Dios hasta la íntima unión con Él no empequeñece, sino al contrario, le engrandece y le realiza plenamente. Estamos creados para el encuentro personal con los demás y, en definitiva, con el TU Absoluto, que es Dios. Donde no se reconoce a Dios como razón última del hombre, peligra el valor absoluto de la persona. Y viceversa, donde no se reconoce el valor absoluto del ser humano y se respeta su estructura esencialmente dialogal, tampoco se reconoce a Dios. Dios es la plenitud humana, su verdadero "engrandecedor". Esta es la única perspectiva válida para comprender a la persona, en su ser y en su dinamismo.

 

4.- Estamos creados para la comunión

 

a) El proyecto creador del Padre

 

 "Al fin, para este fin de amor fuimos creados" (C 29, 3). El proyecto de Dios sobre nosotros no se limita a crearnos. Quiso para nosotros algo mejor: hacerle partícipe de su amistad, llamándole a la comunión personal con Él a través de su Hijo. Es un destino enteramente gratuito, regalo absoluto de la iniciativa amorosa divina, tal como ha sido proyectado por Dios desde la creación.

 

* Creados para la "igualdad de amor": Desde el momento mismo de la creación nuestra meta última es la "unión con Dios", "unión de amor": "para este fin de amor fuimos criados". Una unión de "igualdad de amor". Hacia ella tiende el espíritu humano como a su término.

* Es la "pretensión" o fuerte deseo de la persona: "Esta pretensión del alma es la igualdad de amor con Dios, que siempre natural y sobrenaturalmente apetece, porque el amante no puede estar satisfecho si no siente que ama cuanto es amado" (C 38, 3).

* "Predestinados para su gloria": El fin último, único y absoluto, que marca al ser humano desde su misma creación, tiene su fundamento en la predestinación divina; es decir, en ese designio eterno y gratuito de Dios que, libremente decide salvar a los seres humanos llamándolos a la comunión con El. Lo explica con rigor teológico en Cántico 38, comentando estos versos:

 

Y luego me darías allí, tú, vida mía, aquello que me diste el otro día.

"Por aquel otro día entiende el día de la eternidad de Dios, que es otro que este día temporal; en el cual día de la eternidad predestinó Dios al alma para la gloria, y en esto determinó la gloria que le había de dar, y se la tuvo dada libremente sin principio antes que la criara. Y de tal manera es ya aquello de la tal alma propio, que ningún caso ni contraste alto ni bajo bastaré a quitárselo para siempre, sino que aquello para que Dios la predestinó sin principio vendrá a poseer sin fin" (C 38.6).

 

Continúa el comentario, tratando de desentrañar ese fin de gloria al que ha sido predestinado. Recurre para ello a los textos de San Pablo (1Col 2, 9) y de San Juan (Ap 2-3) y echa mano del símbolo nupcial, para expresar el gozo y la comunión del alma con Dios en la gloria:"

Aquello que me diste, esto es, aquel peso de gloria en que me predestinaste, ¡oh Esposo mío!, en el día de tu eternidad, cuando tuviste por bien de determinar de criarme, me darás luego alli en el mi dia de mi desposorio y mis bodas y en el día mío de la alegría de mi corazón, cuando, desatándome de la carne y entrándome en las subidas cavernas de tu tálamo, transformándome en tí gloriosamente, bebamos del mosto de las suaves granadas" (C 38,9).

 

- Creados "a su imagen y semejanza": La vocación a la comunión con Dios requiere en el ser humano una disposición, ser capaz para el encuentro personal.

 

Siguiendo el comentario de las últimas canciones del Cántico, que hablan de la transformación plena en Dios y de las ansias de gloria, describe la acción del Espíritu Santo como "el aspirar del aire". El alma es atraída en y por el Espíritu Santo a la misma comunión de vida y de amor del Padre y del Hijo.

Este aspirar del aire es una habilidad que el alma dice que le dará Dios allí en la comunicación del Espíritu Santo; el cual, a manera de aspirar, con aquella su aspiración divina muy subidamente levanta el alma y la informa y habilita para que ella aspire en Dios la misma aspiración de amor que el Padre aspira en el Hijo y el Hijo en el Padre, que es el mismo Espíritu Santo que a ella la aspira en el Padre y el Hijo en la dicha transformación, para unirla consigo. Porque no sería verdadera y total transformación si no se transformase el alma en las tres personas de la Santísima Trinidad en revelado y manifiesto grado.... el alma, unida y transformada en Dios, aspira en Dios a Dios la misma aspiración divina que Dios, estando ella en él transformada, aspira en sí mismo a ella (C. 39,3-4), "y para que pudiese venir a esto la crió a su imagen y semejanza" (C 39,4).

 

Según esto, fuimos creados y predestinados no para una simple relación de criaturas con Dios, sino para la comunión con él: "la crió a su imagen y semejanza".

 

Un teólogo hace esta observación: "el elemento más específico del relato de la creación es el hecho de que Dios se dirige al hombre no en tercera persona, como sucede a propósito de los objetos (¡hágase la luz! ¡produzca la tierral), sino en segunda persona, dirigiéndole la palabra: ¡tú!...

Con esto el hombre es descrito como "oyente de la palabra", es decir, como ser capaz de comprender y de acoger una invitación divina, más aún, como ser destinado por su misma esencia a estar en diálogo con Dios; es separado del mundo de las cosas y colocado en la esfera en que vive Dios mismo, en la esfera del diálogo personal"™.- Hacia "el más profundo centro": Otro argumento que emplea para fundamentar el destino de la persona a la comunión personal con Dios es que Dios mismo habita (es) el "centro del alma":

 

"En las cosas, aquello llamamos centro más profundo que es a lo que más puede llegar su ser y virtud y la fuerza de su operación y movimiento, y no puede pasar de allí; así como el fuego o la piedra que tiene virtud y movimiento natural y fuerza para llegar al centro de su esfera, y no pueden pasar de allí ni dejar de llegar ni estar allí, si no es por algún impedimento contrario y violento. Según esto, diremos que la piedra, cuando en alguna manera está dentro de la tierra, aunque no sea en lo más profundo de ella, está en su centro en alguna manera, porque está dentro de la esfera de su centro y actividad y movimiento; pero no diremos que está en el más profundo de ella, que es el medio de la tierra; y así siempre le queda virtud y fuerza e inclinación para bajar y llegar hasta este más último y profundo centro, si se le quita el impedimento de delante; y, cuando llegare y no tuviere de suyo más virtud e inclinación para más movimiento, diremos que está en el más profundo centro suyo". (Ll. 1,11; cf. C. 17,1)

 

Lo expresa también con el símil de la piedra. La tendencia del ser humano a la comunicación divina está profundamente arraigado en su ser, como el principio de la gravitación de las cosas.

 

Hacia el más profundo centro, que es Dios, se puede descender indefinidamente. Se accede a él por la conversión. Se profundiza en él por la interiorización y por una progresiva purificación. Pero no se le alcanza más que con la muerte. Dios es el centro del alma y el alma tiende hacia él con todas sus fuerzas; pero el término de esos esfuerzos continúa siendo trascendente:

 

"El centro del alma es Dios, al cual cuando ella hubiere llegado según toda la capacidad de su ser y según la fuerza de su operación e inclinación, habrá llegado al último y más profundo centro suyo en Dios, que serán cuando con todas sus fuerzas entienda, ame y goce a Dios. Y cuando no ha llegado a tanto como esto, cual acaece en esta vida mortal, en que no puede el alma llegar a Dios según todas sus fuerzas, aunque esté en este su centro, que es Dios, por gracia y por la comunicación suya que con ella tiene, por cuanto todavía tiene movimiento y fuerza para más, no está satisfecha, aunque esté en el centro, no empero en el más profundo, pues puede ir al más profundo en Dios" (Ll 1,12).

 

b) En la Encamación Dios se hizo hombre, para que el ser humano se haga Dios

 

El proyecto de Dios sobre la creación y el ser humano están vinculados al misterio de Cristo y, más concretamente, a su encarnación. Desde la encarnación de Cristo es comprensible la existencia humana y su destino histórico. En la encarnación Dios se hace hombre en Cristo, para que éste se haga Dios: "y que Dios sería hombre, I y que el hombre Dios sería".

 

Lo expresa poéticamente y con profundidad teológica en los Romances que recuerdan el himno cristológico de San Pablo (Col 1,15-20) y el prólogo del cuarto evangelio (Jn 1, 3-18).

 

"El Padre decide crear, pero tiene que haber algo o alguien que se asemeje al Hijo, que sea grato al Padre por las maravillas creadas en él; de manera que pueda mantener con ambos una comunión de vida. Con este fin el Padre crea la esposa y la va modelando. Por fin le confiere al hombre la condición carnal, aparentemente humillante y en desventaja, en orden a la encarnación del Hijo; lo que dará lugar a una forma de comunión todavía más estrecha"(Romance 4).

 

Desde esta perspectiva cristológica canta Juan de la Cruz las gracias de la creación en la estrofa 5a del Cántico:

 

Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y, yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de hermosura.

"Es, pues, de saber que con sola esta figura de su Hijo miró Dios todas las cosas, que fue darles el ser natural, comunicándoles muchas gracias y dones naturales, haciéndolas acabadas y perfectas... Y no solamente les comunicó el ser y gracias naturales mirándolas..., mas también con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura, comunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios, y. por consiguiente, a todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas en el hombre" (C 5,4)

 

Este pasaje pone de manifiesto el gran designio de Dios, revelado en la encarnación del Verbo. En él aparecen como asumidas las mismas criaturas, a través de su relación con el hombre; hasta el punto de que, al asumir el Verbo la naturaleza humana, puede decirse que se ha unido con la naturaleza de todas las cosas.

 

Hacia "las subidas cavernas" (Cristo)

 

El ser humano queda tan profundamente marcado por el misterio de Cristo, que ya no es posible entenderlo sino en Cristo y en tensión hacia él. Por eso Cristo será el modelo permanente de imitación y "revelador" absoluto del Padre. Y permanentemente viviremos la tensión de querer ver su esencia y ahondar en sus misterios.

 

Esta tensión hacia Cristo y sus misterios, que caracteriza la tendencia hacia Dios la describe como un entrar en las "subidas cavernas de la piedra" (Cristo), que son "profundas y de muchos senos" (los misterios), en las que el ser humano tiene que penetrar, pues "hay mucho que ahondar en Cristo" (C 37,4:

 

"La piedra que aquí dice, según dice San Pablo (1Cor 10, 4), es Cristo. Las subidas cavernas de esta piedra son los subidos y altos y profundos misterios de sabiduría de Dios que hay en Cristo sobre la unión hipostática de la naturaleza humana con el Verbo divino, y en la correspondencia que hay a ésta de la unión de los hombres a Dios" (C 37, 3).

La tensión dinámica hacia esta unión con Dios hace a la persona desear la muerte como Pablo para estar con Cristo:

"Una de las cosas más principales por qué desea el alma ser desatada y verse con Cristo (Fp 1, 23) es por verle allá cara a cara, y entender allí de raíz las profundas vías y misterios eternos de su Encarnación... Por lo cual, así como, cuando una persona ha llegado de lejos lo primero que hace es tratar y ver a quien bien quiere, así el alma lo primero que desea hacer, en llegando a la vista de Dios, es conocer y gozar los profundos secretos y misterios de la Encarnación" (C37,1).

 

Todo apunta a Cristo y nosotros aspiramos a la unión con Dios en Cristo, es porque Dios mismo le ha predestinado y llamado a la filiación adoptiva en Cristo. Como no podía ser de otra manera, la clave de todo el proceso entre el alma y Dios es el misterio de la donación personal de Dios a la humanidad en Cristo.

 

c) Es la culminación de una presencia

 

Dios ha predestinado y creado al ser humano para el encuentro personal con él, en la más íntima unión de vida con las personas divinas, participando de lleno en el misterio trinitario. Esta es la "gloria esencial", que el alma "siempre ha pretendido" y para la que fue predestinada "desde el día de la eternidad". Éste es el fin para el que fuimos creados y hacia el que nos orientamos. Ése es el culmen del proceso de maduración o perfección de su ser; donde halla la respuesta a sus ansias de amor y felicidad; donde alcanza la plenitud de su vida.

 

Juan habla de presencia, de comunicación, de encuentro personal de Dios y de las personas divinas con la persona humana, gracias a la autodonación del Dios trino al alma del justo.

 

Habla de una presencia natural desde el mismo momento de la creación: "Dios en cualquier alma, aunque sea en la del mayor pecador del mundo, mora y asiste sustanciaimente. Y esta manera de unión siempre está hecha entre Dios y las criaturas todas, en la cual les está conservando el ser que tienen; de manera que si de esta manera faltase, luego se aniquilarían y dejarían de ser" (2S 5, 3).

 

Pero advierte: "... cuando hablamos de la unión del alma con Dios, no hablamos de esta sustancial, que siempre está hecha, sino de la unión y transformación del alma con Dios, que no está siempre hecha, sino cuando viene a haber semejanza de amor" (Ibid.).

Tenemos, según esto, dos formas de presencia o de unión divina: unión natural, esencial o sustancial; unión de semejanza, por amor y unión de voluntades. En Cántico 11 lo explica con más detalle;

 

"Para declaración de esto es de saber que tres maneras de presencias puede haber de Dios en el alma.

La primera es esencial, y de esta manera no sólo está en las más buenas y santas almas, pero también en las malas y pecadoras y en todas las demás criaturas. Porque con esta presencia les da vida y ser, y si esta presencia esencial les faltase, todas se aniquilarían y dejarían de ser. Y ésta nunca falta en el alma.

La segunda presencia es por gracia, en la cual mora Dios en el alma agradado y satisfecho de ella. Y esta presencia no la tienen todas, porque las que caen en pecado (mortal) la pierden. Y ésta no puede el alma saber naturalmente si la tienen.

La tercera es por afección espiritual, porque en muchas almas devotas suele Dios hacer algunas presencias espirituales de muchas maneras, con que las recrea, deleita y alegra" (C. 11,3).

 

Destaquemos algunos rasgos comunes:

- Esta presencia divina envuelve y penetra la existencia humana: "mora y asiste sustancialmente", "está siempre en el alma dándole y conservándole el ser natural", "se le está comunicando naturalmente por naturaleza" (2S. 5, 3-4); "con esta presencia les da vida y ser", "nunca falta en el alma" (C 11, 3); "tiene en sí virtual y presencial y sustancialmente a todas las criaturas"; "en todas las almas mora en secreto y encubierto en la sustancia de ellas" (Ll. 4, 7.14). Parece escucharse el eco de las palabras de San Pablo en el areópago: "En él vivimos, nos movemos y existimos" (Act 17,28).

- Esta presencia se manifiesta progresivamente y cada vez más intensidad, Va desde la presencia natural y sustancial, pasando por la presencia sobrenatural y por gracia, hasta llegar a la unión de semejanza por conformidad de voluntades, y a la comunicación de personas por "afección espiritual". Es esta comunicación la que el alma anhela y pide que se manifieste: "Descubre tu presencia". Puesto que "Dios está siempre presente en el alma..., no dice el alma que se haga presente a ella, sino que esta presencia encubierta que él hace en ella, ahora sea natural, ahora espiritual, ahora afectiva, que se la descubra y manifieste de manera que pueda verle en su divino ser y hermosura" (C 11,4).

- La presencia de Dios en todas las criaturas se fundamenta en el Verbo, Hijo de Dios. Es quien les da el ser natural y sobrenatural, al hacerse hombre y unirse acón la naturaleza de todas ellas en el hombre" (C 5,4). En el Verbo, además, se da la presencia de las tres divinas personas: "Para lo cual es de notar que el Verbo hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma" (C 1, 6).

 

La presencia de la Trinidad en el más profundo centro del alma:

* Es el Padre, "porque el lugar donde está escondido el Hijo de Dios es, como dice San Juan (1,18). el seno del Padre, que es la esencia divina" (C 1,3).

* Es el Hijo: "El recuerdo que haces, ¡oh Verbo Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de ella" (Ll 4,3).

* Es el Espíritu Santo: "¡Oh llama de amor viva, / que tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo centro" (Ll 1). Es aquí donde "pasa esta fiesta del Espíritu Santo" (Ll 1,9).

* La presencia natural y sustancial de Dios en el ser humano está orientada a la presencia sobrenatural por gracia y a la comunión personal con las personas divinas en "igualdad de amor". De manera que esto era lo que el alma "siempre había pretendido", "la gloria esencial para que él (Dios) la predestinó desde el día de su eternidad" (C 38,2):

* Es de notar también que San Juan de la Cruz apenas repara en la distinción entre la presencia natural y sobrenatural más que conceptualmente y como de pasada, pero pone especial énfasis en la diferencia entre la presencia por gracia y la presencia1 por amor o "afección espiritual";

"En esta cuestión viene bien notar la diferencia que hay en tener a Dios por gracia en sí solamente, y en tenerle también por unión; que lo uno es bien quererse, y la otra es también comunicarse; que es tanta la diferencia como hay entre el desposorio y el matrimonio.

 

Porque en el desposorio sólo hay un igualado sí y una sola voluntad de ambas partes...; mas en el matrimonio hay también comunicación de las personas y unión" (Ll 3,24).

 

d) Es el "sumo bien"

 

El pensamiento bíblico-patrístico coincide con Juan de la Cruz en presentar al ser humano como un ser divinizado; llamado en Cristo y por Cristo a la comunión con Dios.

 

El fin sobrenatural, según el santo, consiste en la más íntima comunión de vida con Dios trino; la comunión personal con Dios por la participación en la filiación de su Hijo bajo la acción del Espíritu Santo

 

"Dio poder para que puedan ser hijos de Dios, esto es, se puedan transformar en Dios, solamente aquellos que no de las sangres, esto es, que no de las complexiones y composiciones naturales son nacidos, ni tampoco de la voluntad de la carne, esto es, del albedrío de la habilidad y capacidad natural, ni menos de la voluntad del varón; en lo cual se incluye todo modo y manera de arbitrar y comprehender con el entendimiento. No dio poder a ningunos de éstos para poder ser hijos de Dios, sino a los que son nacidos de Dios, esto es, a los que, renaciendo por gracia.

Autor: José Luís Gerrikagoitia, ocd

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