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Mons. Gerardo Flores - UN ENCUENTRO CON LA MEMORIA HISTÓRICA AL VIVO


UN ENCUENTRO CON LA MEMORIA HISTÓRICA AL VIVO

El 11 de diciembre de madrugada, 6 de la mañana, arrancamos de la ciudad Capital hasta Cobán, 186 kilómetros. Queríamos celebrar el cumpleaños de Mons. Flores, Obispo emérito de Coban, de la vieja guardia de Obispos pastores y profetas que han dejado huella en estas latitudes. Verdaderos pastores al lado de su pueblo en los momentos más críticos y violentos del siglo pasado. Para alguno de nosotros muy entrañable, fue mi primer Obispo en la costa del Atlántico de Guatemala, Vicariato apostólico de Izabal. Con unas breves líneas quiero dibujar la figura de Mons. Gerardo Flores.

Nombrado Obispo en 1967, en vísperas de la gran conferencia del Episcopado de Latino-América en Medellín. Hijo del vaticano II y modelado por las nuevas corrientes eclesiales de A. Latina: Iglesia de los pobres, Corresponsabilidad, y ministerialidad laical, opción por los pobres, evangelización liberadora, formación de Delegados de la palabra, Comunidades eclesiales de base etc. fueron las claves pastorales en aquella Iglesia con 12 sacerdotes, dos carmelitas, Cirilo Santamaría y Alfonso Alaio y un puñado de religiosas. Todos extranjeros pero insertos en la realidad pobre del Departamento. Problemas de despojo de tierras a los campesino por parte de los ganaderos , violencia y represión selectiva de lideres de las comunidades por los comisionados militares, exclusión y abandono en la periferia de los pueblos y ciudades, familias disfuncionales, poca práctica religiosa eran algunos de los temas que nos retaban, el marco de la acción pastoral.

Fue su estreno como Obispo y poco a poco fue creciendo la “Iglesia tierna y joven” como gustaba de calificar la experiencia eclesial. Tuvimos el privilegio de asistir al nacimiento de numerosas comunidades acompañados muy de cerca y desde dentro por Mons. Flores. Se vió obligado el años 1970 a salir del país amenazado como “obispo rojo”. Regresó y con la cautela que el momento exigía. El año pasado participó en la “Beatificación de un sacerdote franciscano y un laico”, asesinado en 1981 cuando ya varios sacerdotes habíamos salido del Departamento

En 1978 fue trasladado a la diócesis de Alta Verapaz de mayoría indígena. Desde el principio se puso a aprender el idioma Kekchi, que logró dominar. Fueron años de mucha más violencia, donde se multiplicaron las masacres por todo el mapa nacional, sumando un total de 460.

Muchas familias aldeas se vaciaron huyendo a la montaña. Acompañado por un pequeño grupo de europeos solidarios, de una analista social, después asesinada posteriormente, Mirna Mark, acudió a recoger a los campesinos escondidos en las montañas. Los catequistas, delegados de la palabra mantuvieron el contacto ya que algunos bajaban para llevar la comunión a sus compañeros refugiados. Defensor del pueblo perseguido y reprimido, palabra denunciadora de toda injusticia y discriminación ,en la catedral acogió a mas de quinientas personas durante varios meses mientras buscaban un lugar de seguridad y champas donde vivir.

Una inspiración , sin conocer apenas a las carmelitas descalzas, llevo un grupo de religiosas, de Puebla Mexico para que fueran eso foro orante en medio de la guerra

Este 11 de diciembre hicimos memoria de mucho de esos momentos, renovando la nuestro compromiso por una Iglesia: pobre, samaritana, con rostro guatemalteco como quiere el papa Francisco y soñamos años atrás. Monseñor flores en silla de ruedas nos acogió e inspiró en la memoria aún fresca del ayer no tan lejano. ¡Cuántos Obispos de este calibre necesitaos hoy! GRACIAS- ESKERRIK ASKO.

Cirilo Santamaria, OCD

y Samuel Flores, OCD.

Guatemala, 2019.

 
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